¿Una herencia para que los desheredados puedan estudiar y trabajar?

¿Una herencia para que los desheredados puedan estudiar y trabajar?

Por Antoni Puig Solé*.

Los que formulan la propuesta deberían reconocer que al limitarse a pedir que el gobierno cobre un impuesto a los ricos, nos están sugiriendo que dejemos todas las cartas en manos del establishment burgués, a la espera que sea este establishment el que gestione bien las cosas…

Las movilizaciones estudiantiles fueron, en la segunda mitad del siglo XX, una escuela de lucha para las jóvenes generaciones que quisieron tomar las riendas de su futuro. Prosperaron en un período de auge capitalista cuando, tras la posguerra, hubo un boom demográfico y el capitalismo de los países centrales aceptó la educación parcialmente gratuita, considerándola útil para el desarrollo de las fuerzas productivas.

En las últimas décadas, la situación ha mutado. Los estados capitalistas han sacado lecciones del pasado y pugnan para que las inevitables protestas de los jóvenes anden dentro del redil del sistema. Por otra parte, dado que el capitalismo requiere una persistente expansión hacia nuevos mercados para poder sobrevivir, la educación se considera como una mercancía más para ayudar al capital a saciar su sed de ganancias.

Esta mercantilización de la educación, adopta varios grados. En algunos países, la educación parcialmente gratuita, junto a otros logros del pasado, puede mantenerse gracias al temor del Estado a provocar protestas. Aun así, la mercantilización avanza y cada vez son más la facetas de la educación a las que se pone precio.

Las familias trabajadoras dan una gran importancia a la educación de los suyos. Muchas personas mayores aún no han sabido descubrir que su dura vida laboral como explotados va asociada a la dinámica propia del capitalismo. La han vivido como un infortunio emanado de su bajo nivel formativo qué consideran que los condenó al trabajo manual. Esto los ha animado a destinar parte de su renta a la educación de los hijos, lo cual es aprovechado por los mercaderes de la educación. Por otra parte, a los jóvenes estudiantes de las clases trabajadoras que no cuentan con esta ayuda económica familiar, no les queda otra que recurrir a la deuda estudiantil, si quieren estar en condiciones de competir en un mercado laboral cada vez más exigente.

Todo esto, de una u otra forma, ha acabado convirtiéndose en un nuevo problema para la clase trabajadora. En EEUU, por ejemplo, muchos de los jóvenes de familias obreras, después de culminar sus estudios, se ven en la obligación de hacer pagos mensuales promedios de 300 dólares para devolver sus préstamos estudiantiles mientras luchan, en un mercado laboral precarizado, para pagar el alquiler, la comida, la atención médica y un coche privado imprescindible para poder trabajar.

El problema en los EEUU ha tomado tal magnitud que ocupó el centro del debate político y el Partido Demócrata prometió resolverlo haciéndose cargo de la deuda estudiantil a través de los presupuestos públicos. Como era previsible, la promesa no ha prosperado. Biden y los demócratas se han limitado a culpar a los republicanos de su fracaso, obviando que tenían la Cámara, el Senado y la Presidencia y se negaron a aprobar lo que antes habían prometido. Ahora se escudan en una sentencia adversa de los tribunales.

Pero incluso si la propuesta de los “chicos de Biden” prosperara, sólo solventaría la expresión actual del problema y persistirían sus causas, con lo que se produciría el mismo desenlace en el futuro. Ante esta evidencia, incluso muchos de los partidarios del capitalismo sugieren modificar el actual modelo.

En este contexto, aumentan los motivos para que las gentes de izquierdas prosigamos con la demande de una enseñanza pública totalmente gratuita, sostenible para todos, acompañada de un sólido sistema de becas que permita a los estudiantes de familia obrera afrontar los gastos asociados al alojamiento, la manutención y el transporte.

Sin embargo, siempre que el sistema tiene un problema, aparecen los reformadores sociales con su música celestial prometiendo “mejoras” asignadas desde arriba. Ahora, una de estas promesas reformadoras nos vienen acompañada por el lenguaje “progre”, insinuando un posible “empoderamiento de los jóvenes”. Cuenta con el aval de un “economista parisino de moda”. Se trata, en concreto, de la promesa de una “herencia universal” de 20.000 euros, que según sus promotores se entregaría a todos los jóvenes, independientemente de su procedencia social, para que pudieran estudiar o para que se “autoocuparan como emprendedores”.

En unas circunstancias en las que el capitalismo no está en condiciones de llevar a cabo reformas progresistas, prometer reformas es en gran medida ineficaz y siembra ilusiones sobre la posibilidad de resolver nuestros problemas dentro de las llamas del sistema capitalista. La realidad es que el capitalismo agónico necesita nutrirse privatizándolo y mercantilizándolo todo.

Hay que reconocer, sin embargo, que la propuesta de “herencia universal” parte de la aceptación del proceso de privatización y mercantilización en curso, pues a fin de cuenta propone entregar una cantidad de dinero para que los jóvenes de familia obrera puedan comprar en el mercado de la educación algo que necesitan para poder inserirse posteriormente en el mercado laboral. De paso, los hijos de los ricos también se beneficiarían de la herencia prometida, debido a su “universalidad”, sumando los 20.000 euros a su ya nutrida herencia familiar. Parecería pues, que es una propuesta digerible para el sistema en su etapa actual. Pero vista la experiencia de los EEUU, todo indica que el capitalismo preferirá “digerir” otro menú o reformular lo de la herencia.

La propuesta se nos presenta, a la vez, como una medida que tienda a reducir gradualmente la brecha social. Lo que ocurre es que la tendencia general del capitalismo no es hacia la reducción gradual de esta brecha, sino que tiende a ensancharla. Y esta dinámica sólo se puede frenar con la lucha de sus principales víctimas, o sea, con la lucha de las gentes trabajadoras, a las que parece que ahora se quiere adormecer, prometiéndoles que a sus jóvenes se los hará herederos de un cheque equivalente, aproximadamente, al salario de todo un año.

Cualquier propuesta enmarcada dentro de la gestión del sistema, se ve en la necesidad de anunciar su financiación. Al igual que otras promesas por el estilo, se nos dice que los recursos se recaudarán a través de un impuesto “sobre las grandes fortunas”. De ahí parece que se derivaría su potencial redistributivo.

Los que formulan la propuesta deberían reconocer que al limitarse a pedir que el gobierno cobre un impuesto a los ricos, nos están sugiriendo que dejemos todas las cartas en manos del establishment burgués, a la espera que sea este establishment el que gestione bien las cosas. Evidentemente, estos reformadores sociales, a la vez que lanzan su propuesta “reformadora”, se ofrecen como los políticos idóneos para llevar a cabo dicha gestión. Así todo quedaría en su casa.

Defender una educación gratuita y decente fue y es una demanda aparentemente modesta. Ya fue formulada en el siglo XIX, por el Manifiesto Comunista. Allí ya se insinuaba que el capitalismo, por su propia naturaleza, no está dispuesto a proporcionar íntegramente esta demanda, a menos que no le quede otro remedio. De ahí que para lograrla sea necesario, como dicho Manifiesto anunciaba al final, que todos los obreros nos unamos.

* Licenciado en Administración y Dirección de Empresa, Técnico Superior en Seguridad. Colabora en distintas páginas digitales. Ha presentado varias ponencias en eventos internacionales. Sus análisis están reflejados en su blog personal.
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One thought on “¿Una herencia para que los desheredados puedan estudiar y trabajar?

  1. Más claro imposible. Tabú sea la crítica radical al sistema, peligrosísima si se asumiera por ese segmento social que , como recuerda el autor , fue tan significativo hace pocas décadas y hoy, curiosamente , tan políticamente anulado como esencial para «el mercado». Conformémonos con los «buenos rollitos», máxime los ofrecidos a los jóvenes, como esa prometedora «herencia universal», transversal a las clases, para mantenerlos beatíficamente entretenidos. Otra ocurrencia del novísimo «sumarismo», bastante más amable e inocua que hablar de la República, de la sumisión a EE.UU/OTAN, de la planificación económica, de la situación de Pablo González, etc., etc. y… de la absoluta vigencia de la Ley Mordaza. ¿ Recuerdan lo que nos prometieron ? .

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