Dime lo que lees y te diré quién eres

Dime lo que lees y te diré quién eres

Ángel Escarpa Sanz*. LQS. Abril 2020

Acabo de escuchar una grabación hecha a partir del discurso que Federico García Lorca leyó en septiembre de 1931, con motivo de la inauguración de la biblioteca de su pueblo, Fuente Vaqueros.
Lo cierto es que, para los que le asesinaron, ahí hay material para matarle, no una, sino varias veces, y después borrar su nombre de cualquier registro donde este figure, tras quemar todos sus libros, cualquiera cosa que el poeta granadino hubiese firmado.

Lo extraño es que no impidiesen sus enemigos que amaneciese, que dejasen de girar las aspas de los molinos, que dejasen de discurrir las aguas por los ríos, que se detuviesen las turbinas. Lo extraño es que no detuviesen el movimiento de rotación y traslación de la Tierra. Porque, más que nada, él hablaba de la luz del conocimiento, del progreso, de la belleza, lo más opuesto a lo que predicaba el cura en el púlpito, lo más opuesto a las malas prácticas de capataces y caciques.

No mataban a un poeta, ni a un homosexual: mataban al mensajero de una nueva España; mataban lo nuevo, la cultura del esfuerzo y del pensamiento. Lorca, con aquella generación de poetas y de intelectuales, representaba la belleza, el pensamiento, la diversidad. No es baladí que la II República empezase su andadura reconociendo el derecho al voto de las mujeres, la creación de miles de escuelas, las bibliotecas, llevar la cultura hasta los lugares más alejados, en tanto, cuando al fin los que derrotaron a la Republica, asesinaban a maestros, a poetas, a alcaldes, quemando libros e inaugurando una vasta red de prisiones y centros de tortura.

El proceso del asesinato de Federico es el mismo del proceso de la liquidación de la II República. Aquí, poeta y República se confunden, se fusionan en un mismo proceso de cambio: los esclavos de la tierra van a tomar en sus manos las riendas del país, para convertirse en sus herederos, más que en sus siervos. El fascismo pone a ambos en el punto de mira, desde el mismísimo 14 de abril de 1931.


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