Collage. Hipatia (¡Por fin!)
Por Nònimo Lustre. LQSomos.
Collage a la izqda, Hipatia según el prerrafaelita Ch. W. Mitchell, 1885. Collage a la drcha, Centro: arriba, escultura del obispo Teófilo (tío del asesino Cirilo); tortura final de Hipatia según Louis Figuier 1886; centro-centro: patriarca Cirilo “maldito sea per omnia secula seculorum”; abajo, a la drcha., la biblioteca donde trabajó Hipatia. A la izqda., Hipatia en escultura de Odoardo Tabacchi.
Hipatia de Alejandría (ca. 370-415) merece un doble lugar en estas notas: por sabia y por mártir. De su primer rasgo, no soy culto así que “no sé-no contesto” -eufemismo de “porque sé, no contesto”. Pero del segundo, tengo alguna experiencia, sobre todo, colectiva dado que el tardofranquismo martirizó a toda Hispania.
Esta nota fue desencadenada como desmentido a La Ubicua enciclopedia cuando informa que un tal M. Luzi publicó en 1978 un panfleto sobre el linchamiento de Hipatia en el que se aireaban dos gruesas tergiversaciones: a) que aquel asesinato episcopal es “un símbolo de la decadencia irreversible del mundo clásico” -¿por qué no de la criminal ascensión del Cristianismo primitivo? Y b) tan sacralizado asesinato con todas las agravantes, “no es resultado de la nueva Fe, sino de la malignidad y el crimen inherentes a las multitudes.” Esto demuestra un intolerable clericalismo militante:
Desde que la Cuz llegó al trono imperial gracias al protervo Constantino y hasta la fecha, el “resultado de la nueva Fe” se resume en Catástrofe y Violación contra la Humanidad y contra la Naturaleza. Las multitudes de la Alejandría del siglo V, fueron presa fácil para la vesania de los beatíficos obispos de la (ahora) idolatrada Cristiandad primitiva. Aquellas masas no eran malignas ni criminales ni siquiera rebeldes. Al revés, eran dóciles borreguitas. Simplemente, eran cristianas y, como tales, zombies en manos de sus mitrados jefes.
Hoy, Hipatia es tan famosa -hasta tiene sitio en la Luna- como ignorada continúa siendo la moraleja de su asesinato. A saber, que el cristianismo (y sus primos hermanos islámico-sionistas, primitivos y/o digitalizados) constituye la mejor prueba de que no hay Progreso sino Retardo; a veces disimulado con proyectiles de pueblo, a veces ratificado por esos mismos cobetes.
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