El saxofonista Gilad Atzmon publica Songs of the Metropolis
Gilad Atzmon es famoso por su endiablado sonido post-bop y su virtuosismo con cualquiera de los instrumentos de viento provistos de lengüeta, pero también por su hiperactiva personalidad. Este álbum conceptual explora un territorio muy alternativo, en el que prácticamente cada canción es una balada e incluso aquellas de ritmo más vivaz proyectan un aura de relativa serenidad.
En él Atzmon se centra en ciudades individuales, lo cual inevitablemente conjura una atmósfera evocadora de fascinación cinematográfica. A pesar de que Londres ha sido desde hace tiempo el lugar de residencia de este ingenioso israelí, es una de las ciudades ausentes en la lista. En cambio, Atzmon salta desde Berlín a Buenos Aires y desde Scarborough a algún lugar de Italia.
Es posible que algunos de sus seguidores encuentren que el álbum es exasperadamente reflexivo, pero Atzmon merece el elogio por este cambio de ritmo, que amplía su universo como compositor. Se trata de una desviación imaginativa y, en cualquier caso, ya existen otras muchas grabaciones suyas que captan plenamente sus habilidades como solista.
La introspección romántica está en juego en Paris, con un sosegado clarinete que podría provenir muy bien de los labios de Acker Bilk. Hay en esta pieza una facilidad digna de un bar, pero en ningún momento anodina. Un piano moteado y las caricias sobre el tambor y los platos con escobillas maximizan el ambiente. Todo esto permanece en el interior acústico de un enorme salón de baile.
Tel Avivtiene un toque de funk apresurado, con Atzmon al saxofón soprano. Un lúgubre acorde de piano abre Buenos Aires, sombrío y lento, mientras Atzmon exuda el ronroneo entrecortado de su corno. La luminosa telaraña de Vienna se cierne delicadamente sobre el vaivén de una procesión. De nuevo regresamos a ese salón de baile…
Scarborough es una variación de Scarborough Fair, sin duda inspirada por el festival de jazz de esa ciudad. Atzmon la ha elegido deliberadamente como alternativa a Londres. Somos testigos de un pulso constante y éste es uno de los temas más enérgicos del álbum. Lo sigue el excesivamente melancólico Moscú, uno de los más visuales del conjunto. Berlín sólo dura dos minutos, los más comprimidos del total, un estruendo de cervecería alemana que, cantado en grupo, va creciendo en espiral, casi fuera de control, y permite hacerse una idea de la habitual efervescencia del Atzmon lunático.
Traducido por Manuel Talens
Publicado en http://www.tlaxcala-int.org/