Medir la falta de empleo, el enfoque de género y los análisis del capitalismo

Medir la falta de empleo, el enfoque de género y los análisis del capitalismo

Por Eduardo Camín*

El desglose de las tasas mundiales revela nuevas diferencias. Las brechas de empleo más bajas se dan en los países de renta alta, donde los hombres registran una tasa del 7,2% y las mujeres del 9,5%. Sin embargo, en las economías en desarrollo y emergentes, la brecha de empleo tiende a ser mucho mayor, sobre todo en el caso de las mujeres.

Sigue existiendo una brecha salarial de alrededor del 25% a nivel mundial: la pobreza afecta más a las mujeres que a los hombres.

El economista principal en la Unidad de Producción y Análisis de Datos del Departamento de Estadística de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Roger Gomis, hizo referencia a las medidas del desempleo que reflejan la necesidad más urgente de la ocupación (como la desocupación) señalando las diferencias moderadas entre mujeres y hombres.

No obstante, el experto que desarrolla y mantiene las estimaciones modelizadas de la OIT, señala que las medidas más amplias del desempleo apuntan a disparidades de género mucho mayores, sobre todo en los países en desarrollo.

El desempleo es la métrica más conocida para medir cuántas personas luchan por encontrar un puesto de trabajo, y es a la vez, un indicador fundamental para los responsables políticos. Por su parte se calcula que en 2023 habría 189 millones de desempleados en todo el mundo, y esta cifra serán 211 millones a fines del 2024.

Este dato es especialmente preocupante, ya que para ser considerado desempleado los requisitos son bastante estrictos: deben estar disponibles para aceptar la ocupación con poca antelación y haber estado buscando trabajo recientemente, ya que la desocupación pretende reflejar la presión inmediata que se ejerce sobre el mercado laboral.

Sin embargo, por muy útil que sea este indicador, se reconoce desde hace tiempo que no capta a todas las personas con una necesidad insatisfecha de la ocupación. Las últimas estimaciones mundiales muestran que un gran número de personas no reúnen las condiciones (burocráticas) para ser clasificadas como desempleadas, pero, sin embargo, desean un empleo, y se trataba de unos 245 millones en 2023.

Infrautilización de mano de obra

La 19ª Conferencia Internacional de Estadísticas del Trabajo (CIET) reconoció la importancia de medir la infrautilización de la mano de obra más allá de la desocupación. En cuanto a las personas sin empleo, la resolución identificó la «mano de obra potencial» y los «no buscadores de empleo voluntarios» como grupos distintos de los desempleados que también son pertinentes para evaluar el grado de la subutilización de la fuerza de trabajo.

La mano de obra potencial incluye a quienes han buscado empleo recientemente pero no están disponibles para trabajar en un breve periodo de referencia y a quienes no lo han buscado recientemente, pero están disponibles para trabajar en un breve periodo de referencia (es decir, no cumplen uno solo de los criterios para ser considerados desempleados).

Una tercera categoría, los no demandantes de empleo voluntarios, está compuesta por los que desean la ocupación, pero no han buscado trabajo recientemente y no están disponibles en un breve plazo de referencia (es decir, incumplen ambos criterios).

Estas tres categorías, desempleados, mano de obra potencial y personas dispuestas a no buscar empleo, representan distintos grados de vinculación al mercado laboral. Los desempleados ejercen una presión más inmediata sobre el mercado laboral que las otras dos categorías. Por su parte, los no demandantes de empleo se sitúan en el extremo opuesto, con la probabilidad más baja de acceder a un empleo.

Por consiguiente, la distinción entre estas categorías es muy pertinente para el análisis económico y la elaboración de políticas. De hecho, la búsqueda de empleo y la situación de disponibilidad son componentes fundamentales de diferentes objetivos y estrategias políticas.

En general, la capacidad de buscar empleo y de empezar a trabajar con poca antelación no se distribuirá por igual entre hombres y mujeres, y esto se reconoce desde hace tiempo. Por lo tanto, para realizar un análisis de género exhaustivo de la necesidad insatisfecha de la ocupación, es fundamental tener en cuenta a todas las personas que desean un empleo pero que no están necesariamente clasificadas como desempleadas.

Con este fin, la OIT ha desarrollado un indicador, la «brecha de empleo», que aprovecha los conceptos existentes de CIET para captar a todas las personas que desean la ocupación, pero no tienen trabajo (incluidos los desempleados, la mano de obra potencial y las personas voluntarias que no buscan empleo).

Este indicador, junto con la desocupación y la mano de obra potencial, proporciona una visión global de la «holgura» del mercado laboral en el margen extensivo, es decir, para aquellas personas que no tienen trabajo. El 19ª marco de la Conferencia Internacional de Estadísticos del Trabajo (CIET9 permite además captar el subempleo en el margen intensivo (falta de acceso a la ocupación con suficientes horas de trabajo), que queda fuera del ámbito del déficit de empleo.

La brecha de empleo para las mujeres

La hipótesis de que las mujeres tienen menos probabilidades que los hombres de cumplir los criterios para ser consideradas desempleadas se ve ampliamente corroborada por los datos, cuya esencia es que las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de querer un trabajo, pero no tenerlo.

Las estimaciones de la OIT muestran que las mujeres se enfrentan a una brecha de empleo mucho mayor que los hombres, siendo la brecha de empleo mundial en 2023 para las mujeres del 13,7%, mucho mayor que la tasa del 9,3% para los hombres. En cambio, la tasa mundial de la desocupación para las mujeres es del 5,3%, frente a la tasa del 5% para los hombres.

Incluso, si desean un empleo, las mujeres tienden a no buscarlo y a estar menos disponibles para aceptar un trabajo a corto plazo. Por lo tanto, la disposición de las mujeres a trabajar tiende a ejercer menos presión inmediata sobre el mercado laboral que la de los hombres, ya que un mayor número de ellas no estará buscando y/o disponible.

Por lo tanto, si nos centramos únicamente en la tasa de la desocupación a la hora de considerar la escasez de empleo, pasaremos por alto a un gran número de mujeres con un interés declarado en tener un trabajo. La existencia de esta brecha pone de relieve la importancia de medir y analizar datos desglosados por sexo sobre los distintos grados de vinculación al mercado laboral para la elaboración de políticas.

Es probable que las políticas destinadas a reducir la desocupación no sean tan eficaces cuando se dirigen a la mano de obra potencial o a los no demandantes de empleo voluntarios, por lo que es necesario incorporar distintos enfoques específicos.

Mujeres del mundo mal desarrollado con pésimas perspectivas laborales

Las diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a la búsqueda de empleo y la disponibilidad a corto plazo para empezar a trabajar tienen un gran impacto en las estadísticas de la desocupación. Las medidas del desempleo que reflejan las necesidades más urgentes, como la desocupación, señalan diferencias moderadas entre hombres y mujeres.

Medidas más amplias del desempleo, como la brecha de empleo, apuntan a grandes disparidades. En cambio, en los países en desarrollo, la diferencia entre la desocupación y la brecha de empleo tiende a ser mayor, sobre todo en el caso de las mujeres.

El desglose de las tasas mundiales revela nuevas diferencias. Las brechas de empleo más bajas se dan en los países de renta alta, donde los hombres registran una tasa del 7,2% y las mujeres del 9,5%. Sin embargo, en las economías en desarrollo y emergentes, la brecha de empleo tiende a ser mucho mayor, sobre todo en el caso de las mujeres.

En los países de renta baja, la brecha de empleo para las mujeres se sitúa en un sorprendente 24,3% y en un 17,4% para los hombres. Los resultados de los países de renta media presentan un panorama intermedio, en el que las mujeres registran tasas de brecha de empleo considerablemente más elevadas que los hombres.

Aprovechando la recopilación de microdatos armonizados de la OIT, se puede corroborar que la diferencia entre la brecha de empleo y la desocupación aumenta fuertemente a medida que disminuye la renta nacional. No sólo eso, sino que la diferencia crece tres veces más rápido para las mujeres que para los hombres.

Estos resultados ponen de relieve la importancia de utilizar múltiples indicadores para medir la infrautilización laboral de las mujeres. Las últimas estimaciones de la brecha de empleo muestran que, a nivel mundial, las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de querer un empleo y no conseguirlo, con tasas del 13,7% y el 9,3% respectivamente.

El desarrollo de la teoría

Asistimos desde hace muchos años al desarrollo de la teoría y creemos que su rango distintivo es vincularla a la práctica social. No se trata de pronunciar discursos o elaborar teorías que dejen volar libremente los sentimientos del idealismo. La elaboración de toda teoría solo podrá enriquecerse si esta se vincula directamente con la práctica.

En nuestra época dinámica, compleja, de progresos sociales repletos de turbulencias y cambios gigantescos se vuelve imperiosa la necesidad de desarrollar con idéntico dinamismo la teoría revolucionaria, porque ésta ocupa un lugar central en la lucha ideológica.

Y lo decimos claramente desde una perspectiva marxista, porque el marxismo ha adquirido su significación histórica y universal como ideología de los trabajadores y nunca ha rechazado de manera alguna las conquistas valiosas de la época burguesa sino por el contrario ha asimilado, reelaborado todo lo que hubo de valioso en más de dos mil años de desarrollo del pensamiento y la cultura humana.

Por el contrario, es la ideología fascista del imperialismo actual y de todas las épocas, la inhumana, la que mata a millones de indefensos, ellos los poseedores de la filosofía capitalista son los que niegan el progreso la historia y el desarrollo de la vida los que matan la salud, la enseñanza, la ciencia.

En muchos países se siguen aplicando prácticas discriminatorias contra la mujer, sobre todo aquellas relacionadas con la salud, la nacionalidad, la herencia o la familia; que siguen recayendo en ellas mayoritariamente las tareas de cuidados en el hogar y las labores domésticas, las cuales les imposibilitan su incorporación plena en el mercado laboral.

Y sigue existiendo una brecha salarial de alrededor del 25% a nivel mundial: la pobreza afecta más a las mujeres que a los hombres. Éstas y muchas otras cuestiones hacen necesaria, urgente e imprescindible la incorporación de enfoques que promuevan la igualdad de género y el empoderamiento de las niñas y las mujeres alrededor del mundo. Claro que para dar la batalla de ideas y de lucha ideológica, hace falta desarrollar la teoría revolucionaria.

* Periodista uruguayo residente en Ginebra exmiembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas en Ginebra, CLAE
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