No somos equis

No somos equis

Por Silvia Ribeiro*. LQSomos.

Tampoco se trata de una simple sustitución de letras. Se trata de construir y expresar concepciones diferentes, que nos sostengan en la resistencia y el cambio de la realidad

Otro 8 de marzo, día internacional de las mujeres luchadoras, que en muchas partes del mundo se manifestó como un enorme abrazo colectivo que cobija un amplio espectro de diversidades.

Innegable la alegría del encuentro, pese a que hay mucho para no celebrar, muchas que faltan, mucho que duele y da rabia. Por eso es una alegría subversiva, joven con su más de un siglo de construcción, que afirma otra realidad. Del sur al norte de América Latina los mensajes de las manifestaciones se repetían en buena parte, con los acentos de cada lugar. “Felices seremos el día que no falte ninguna”, “Hartas”, “Me cuidan mis amigas”, “Si vieras con mis ojos estarías gritando”, “Pobre es el país que grita más un gol que un feminicidio”, “Marcho por las que no pueden marchar”. Aunque las ideas y consignas se parecen, los carteles están hechos a mano, en casas y plazas, dibujados con cariño. Los encuentros y manifestaciones son resultado de muchas coordinaciones y redes, pero no hay un ejecutivo central, parte de lo que hace a su fuerza.

En las ciudades grandes marchan decenas de miles de participantes, otras se expresan en barrios y comunidades. Aunque somos de todas las edades, la mayoría en las calles es joven, acompañadas por muchas otras que saludan, apoyan y se emocionan desde donde estén. En México, la presencia de las desaparecidas y asesinadas ocupa corazones, plazas y voces. Violencia machista, feminicidios, ataques a las defensoras, madres y buscadoras. Una es demasiado y ya son decenas de miles. “Nos quitaron tanto que hasta nos quitaron el miedo”, irrumpen las pancartas.

Desde Uruguay, la coordinadora Tejido Feminista enlaza con las luchas populares, territoriales, ecologistas. “Frente al saqueo de la vida, tejemos cuidado, goce y rebeldías. Reunimos nuestras voces para componer un grito de lucha ante la violencia patriarcal que recae sobre nuestros cuerpos, la precarización de nuestras vidas y la amenaza vital a nuestros territorios. Somos interdependencia y trama viva. Deseamos ríos caudalosos, que nutran suelos, que den vida y alimentos. Queremos agua limpia, sana y accesible. Que no sea un lujo comer alimentos que nos nutran de verdad. Que la olla común y popular no sea una necesidad sino un deseo”.

El día es un símbolo, pero la transformación tiene raíces muy profundas y por eso, se llame como se llame el movimiento, es radical, va a la raíz. El patriarcado, el sexismo, la negación de las diversidades de género son elementos cruciales que sostienen el capitalismo. En un sistema vertical de competencia, de explotación y dominación, asociar género con privilegios y discriminación coloca a priori a más de la mitad de la humanidad en desventaja.

El patriarcado atraviesa tantas formas de opresión, que por ello cuestionarlo también toca muchos ejes y aristas a la vez. Converge con las luchas contra muchas formas de discriminación y opresión, como la que también sufren pueblos indígenas, migrantes, campesinas y comunidades rurales, quienes defienden la tierra y la naturaleza, todos los colores de piel que no son blancos, quienes optan por un género que no es biológico y más.

La transformación que han logrado las organizaciones y movimientos feministas y LBGT+ es profunda, va más allá de coyunturas, tiene sentido en sí misma y es de muchas formas irreversible. No se trata solamente de pelear por igualdad o paridad ni tampoco sólo por derechos. Es un cuestionamiento del imaginario social dominante, es una construcción colectiva, transgeneracional, translocal e internacional de otras realidades y formas de vernos, de ver el mundo, de lo que es posible. Es un motor clave de cambio del imaginario colectivo, del lenguaje, de lo que podemos pensar, desear y construir.

Ya no es posible o al menos absurdo decir “el hombre” para referirse a la humanidad, o pensar que todo nos incluye a todas. Cambiar el lenguaje, aunque parezca un hecho superficial, es importante, porque cambia lo que imaginamos y lo que actuamos en función de ello. Por eso mismo el género femenino desaparece al nombrar lo general, pero no el masculino.

Pero tampoco somos equis. Todxs, unxs, amigxs, es nuevamente otra forma que subsume las diversidades. Como aprendo de las compañeras de Sempreviva Organização Feminista en Brasil, con tantos años luchando por reconocer a las mujeres, a las diversidades, no queremos volver a desaparecer bajo una equis. Tampoco se trata de una simple sustitución de letras. Se trata de construir y expresar concepciones diferentes, que nos sostengan en la resistencia y el cambio de la realidad.

Cambios que se construyen por mucho tiempo, a veces con puntos de quiebre, a veces graduales como arroyos que se convierten en ríos y mares. Las manifestaciones del 8 de marzo son una foto, una imagen de esos caminos. Usando la voz de Tejido Feminista: “En el encuentro encendemos también nuestros deseos de transformarlo todo y avivamos la imaginación para dar vida a los mundos que estamos creando y queremos crear”.

* Investigadora del Grupo ETC.
“La Jornada”

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