Perfecto futuro de hoy
Malos tiempos para la lírica, cantaban los "Golpes Bajos" del marchoso y fallecido paisano Germán Coppini. Eso hace ya muchos años, pero ahora se está constatando esplendorosamente el progresivo embrutecimiento del público. Al parecer, se compran muy pocos libros impresos. Algún errático e-book pirata y no mucho más. Ya ni siquiera se roban libros por pulsión romántica o curiosidad insatisfecha. Los poetas son un exotismo. Y, desde luego, no tienen salida las lecturas de los autores que hacen pensar y soñar. No pueden hacerle sombra al papel desechable manchado de tinta necia y bótox.
Las editoriales con inquietudes van echando el cerrojo inevitable. Al final va a tener razón Aldous. Vivimos sobre todo en la comodidad de lo banal y en el furor por lo chabacano. Nadie quiere dificultades. Todo lo pretendemos trillado y masticado por los especialistas. La crítica nos pone en fuga. Adoramos la inopia.
Una sociedad donde el libro padece mala salud, y cuyo espíritu agoniza en la entelequia del papel reciclado, carece de criterio cultural. A lo sumo es un tobogán cronológico. Por ese lubricado conducto, se desliza hacia la vertiginosa desmemoria de un baúl vacío. Un despeñadero ansiolítico, donde las emociones serán prestadas o alquiladas. Y así nos dirán lo que hay que pensar o gozar, aunque con la intensidad y la duración programadas de antemano. En ese falaz neo-hedonismo sin ilustración, ni mucho candil, no habrá miedo a la muerte, pero tampoco amor a la vida. Dejaremos de ser laberínticos individuos para traducirnos en simples criaturas. Carnes adictas a cualquier "soma".