Popea, la más difamada

Popea, la más difamada

Por Nònimo Lustre.

PROEMIO

When I use a word… it means just what I choose it to mean, neither more nor less. -The question is,’ said Alice, whether you can make words mean so many different things. -The question is…which is to be master, that’s all. (Lewis Carroll, Through the Looking Glass, 1872)

Viene a decir el popular diácono anglicano que el significado de las palabras depende de la voluntad del Amo. Por ejemplo, ¿qué significa Mujer? Para unos, representa ‘la mitad del cielo’ pero, para otros, es ‘la mitad del infierno’. Dependerá del Jefe que, en esa tesitura, subyugue la interpretación. Pues bien, una somera lectura de la Historia europea/mediterránea, desde la Antigüedad hasta la Contemporaneidad, nos enseña que la Mujer ha sido conspicua, sistémica y encarnizadamente preterida… Seguir leyendo, clic aquí

POPEA, LA MÁS DIFAMADA

Arriba: Un sirviente lleva la cabeza de Octavia ante Popea, nueva esposa de Nerón, tendida en un lecho y recostada en su augusto marido. Óleo La venganza de Popea, Giovanni Muzzioli, 1876 (Museo Cívico de Módena) Abajo: como si no fuera un espectáculo cotidiano, unos cortesanos se horrorizan (aparentemente) y otros, se divierten.

La emperatriz Popea simboliza la más aberrante de las manipulaciones cristiano-cinematográficas (hollywoodenses) que ha vomitado la industria cultural gringa. Su mayor éxito fue (y lo sigue siendo) la superproducción fílmica Quo Vadis? (Mervyn LeRoy, 1951; basada en el panfleto vaticano del meapilas Henryk Sienkiewicz, obispillo polaco tenía que ser) fue publicitada como película “del género histórico” pero es un terrorismo infame perpetrado contra los fundamentos de cualquier ciencia social y, además, es feo, arcaizante y embustero a más no poder. Esta, digamos, película con la que nos atormentan obligatoriamente las semanas santas y otras fiestas cristianas de guardar, estuvo protagonizada por las ya entonces vetustas vedettes Peter Ustinov (el único que se salva), un tal galán R. Taylor fungiendo de Christian reborn, la pringosa mosquita muerta Deborah Kerr fingiendo ser la Doris Day de la Pasión y, muy sustancialmente, Patricia Laffan (1919-2014) que borda el ingrato papel de Popea con la más insidiosa sonrisa que hemos visto en pantalla grande.

El argumento de Quo vadis? es prolijo, en parte debido a que incrusta sin mayor motivo el martirologio de los Primeros Cristianos. Esta obligatoriedad exigida por Producción se nutre de una tergiversación en la que colaboraban desde hacía décadas tanto judíos como cristianos como, sobre todo, los grandes estudios de Jólibu -seguramente, el mayor atentado contra el sentido común que nos ha dejado aquella canalla Guerra Fría. En breve síntesis: Nerón ordena incendiar Roma para recibir la inspiración para componer sus canciones con mayor realismo y creatividad. Pero se dice menos que también se ve la maqueta de la nueva Roma con la que soñaba Nerón, para la que necesitaba espacio.

Lo poco que recordamos de aquellas proyecciones en cine-de-barrio que vimos mil veces, es que el ‘terrorífico’ toro que arremete en la arena del circo contra Kerr -pero que es derribado por el gigante Ursus- no pasaba de ser un novillote sin peso, trapío ni cornamenta suficientes para ser lidiado en plazas de tercera categoría.

Quo vadis? tuvo infinidad de retoños ‘artísticos’: hubo una ópera barroca (L’incoronazione di Poppea; Claudio Monteverdi; Venecia, 1642) a la que, siglos más tarde, siguieron algunos libelos vaticanos de mucho peor gusto (cf. El signo de la cruz, Cecil B. de Mille, 1932; con Claudette Colbert como Popea. Y, si queremos reírnos, Mi hijo Nerón, de 1956, donde Brigitte Bardot interpreta a la emperatriz hiper-difamada. Todo ello, amén de Quo vadis? y de un mefítico corpus que sigue pariendo quintillizos.

Popea, la más perversa de Palacio

Popea Sabina (Poppaea Sabina o viceversa, 30-65) fue la segunda esposa de Nerón. Hija de Popea Sabina la Mayor (una de las mujeres más bellas del tiempo de Tiberio, según el compulsivo embustero Tácito), Popea Sabina la Menor heredó la belleza de su madre y acabó siendo emperatriz y Augusta. Capítulo propagandístico cristiano del que nadie ha aducido prueba alguna: dicen los groseros manipuladores que favoreció el judaísmo con el necesario correlato no-probado de que desató una persecución contra los ambiciosos conspiradores cristianos.

Cuando ascendió al Poder, convenció a Nerón para que asesinara a Agripina la Menor, madre de Nerón (año 59) Las dos querían controlar al emperador. Pero Popea tenía todavía una rival: la esposa de Nerón. Por ello, propuso al emperador que se divorciase de Claudia Octavia, la exiliara y ordenara su ejecución -lo consiguió.

Famosa por su belleza (y, según inventan los publicitarios cristianos, especialmente, por su coquetería), dicen que implantó nuevos métodos de belleza -ejemplo, baños en leche de asna para mantener la tersura y blancura de su piel. Al igual que todas las anteriores y posteriores Augustas, abusó de su poder hasta el rastrero punto de obligar a suicidarse al filósofo Séneca.

La cortesana más bella… ¿y la más asesina?

La plurisecular calumnia cristiana nos hizo creer que, en el año 65, Nerón, borrachín de mal beber, le dio un puntapié en el vientre. Popea sufrió un aborto y murió. El emperador, arrepentido, ofreció un cortejo fúnebre. Pero nunca la olvidó: simplemente la sustituyó carnalmente por el esclavo Esporo, “mi Popeíta” -parecido físicamente a la occisa-, ordenó que le castraran y le vistió con las ropas de la finada Popea. Los historiadores modernos, afirman que Suetonio, Tácito y Dión Casio tenían grandes prejuicios contra la figura de Nerón. En la actualidad, se cree con más pruebas que Popea murió no por una imperial patada sino por complicaciones del parto.

Ya dijimos que el mayor éxito fue (y lo sigue siendo) de la zafiedad publicitaria cristiana fue Quo Vadis? (1951), publicitada como película “del género histórico” cuando, en puridad, es un terrorismo infame perpetrado contra los fundamentos de cualquier ciencia social y, además, es feo, arcaizante y embustero a más no poder. De ésta, digamos, película con la que nos atormentan obligatoriamente las semanas santas y otras fiestas cristianas de guardar, sólo merece recordarse la actuación de Laffan quien borda el ingrato papel de Popea con la más insidiosa sonrisa que hemos visto en pantalla grande.

¿El argumento de Quo vadis?: es prolijo, en parte debido a que incrusta sin mayor motivo el martirologio de los Primeros Cristianos. Esta obligatoriedad exigida por Producción se nutre de una tergiversación en la que colaboraban desde hacía décadas tanto judíos como cristianos como, sobre todo, los grandes estudios de Jólibu -seguramente, el mayor atentado contra el sentido común que nos ha dejado aquella canalla Guerra Fría. En breve síntesis: Nerón ordena incendiar Roma para recibir la inspiración para componer sus canciones con mayor realismo y creatividad. Pero se dice menos que también se ve la maqueta de la nueva Roma con la que soñaba Nerón, para la que necesitaba espacio.

Lo poco que recordamos de aquellas proyecciones en cine-de-barrio que vimos mil veces, es que el ‘terrorífico’ toro que arremete en la arena del circo contra Kerr -pero que es derribado por el gigante Ursus- no pasaba de ser un novillote sin peso, trapío ni cornamenta suficientes para ser lidiado en plazas de tercera categoría.

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