“Soy peronista porque soy marxista”
Por Daniel Alberto Chiarenza*
El marxismo no se opone a las luchas emancipadoras de carácter nacional… 9 de diciembre de 1960: Hernández Arregui declara en un diario “Soy peronista porque soy marxista”
El 22 de septiembre último se cumplieron 49 años del fallecimiento de Juan José Hernández Arregui, pensador y luchador comprometido con la causa nacional y popular –que en mi país, Argentina, se expresa básicamente a través del peronismo revolucionario-, y además, Hernández Arregui, fue un militante de gran compromiso, a quien puede considerarse como uno de los intelectuales de más alto nivel en la Argentina del siglo XX.
El mismo pensador lo explica claramente desde la Introducción de su libro “La Formación de la Conciencia Nacional” –editado en mayo de 1960-, y no desaprovecha ocasión en los medios de relatar la relación entre marxismo y peronismo: “El ascendente liberalismo, necesitó desde el siglo XVIII, de la libertad burguesa para resistir al autoritarismo de la Iglesia.
“Las libertades políticas, de conciencia, de pensamiento, de comercio (contenían en sí la contradicción de la destrucción del sistema). Las clases sociales, atravesadas por esas libertades, al accionar su ejercicio político, evolucionaron hacia su propia destrucción, su revisión, su crítica, su negación. Las ideas democráticas contrariaron a su pretendida creadora histórica, la burguesía, que en la cruda realidad del capitalismo, debe soportar la crítica sobre su función histórica de clase.
“La Iglesia, enemiga del liberalismo por su unión con el orden feudal de la nobleza, apeló a la burguesía para subsistir. La tesis religiosa de la libertad del creyente fue una variante, un ajuste teológico, al liberalismo triunfante.
“La Iglesia y el liberalismo, son resultantes de un compromiso hipócrita. La solución política, ganada la lucha liberal contra el absolutismo monárquico, fue un término medio: la monarquía constitucional; así la burguesía ingresó al conservatismo propiciado por la religión.
“Liberalismo y religión, más allá de raras disputas, marcharon unidos contra la amenaza revolucionaria de las clases desposeídas”.
El luchador Hernández había nacido en Pergamino, en 1912, y ya en su niñez y adolescencia recibió los ecos fragorosos de la Revolución Mexicana y los resplandores rojos de la Revolución de Octubre en Rusia, así como las formulaciones audaces de la APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) peruana de aquellos iniciáticos tiempos.
Luego, en la encrucijada de la crisis del capitalismo mundial en 1929, se definió radical de izquierda en la cordobesa Villa María para llegar, a partir de 1938, a sintetizar el antiimperialismo de los Cuadernos de Forja con las bases del materialismo histórico que abrevaba en las clases filosófica de Rodolfo Mondolfo. En 1940 era ya un hombre de izquierda nacional capaz de reivindicar el libro Política británica en el Río de la Plata, de Raúl Scalabrini Ortiz, sabiendo que era de “esos libros que la crítica oficial calla… porque existe un aparato cultural organizado por la clase dominante para silenciar a las verdades que cuestionan el orden semicolonial”.
Continúa diciendo Juan José que “El liberalismo fue fecundo y revolucionario, aunque llevaba en sí células reaccionarias.
“Marx predijo la incapacidad del capitalismo para controlar las fuerzas que había desatado y que condenaban al liberalismo a negar la libertad, porque al transformarse en lucha de clases eran la antinomia del liberalismo mismo. Los liberales descreían en el concepto de libertad y anunciaban su anulación efectiva por el despotismo, revelando la contradicción interna del concepto abstracto. Así, la Iglesia pactó con los poderes temporales dominantes.
“El marxismo no le niega al liberalismo su empuje revolucionario, sino que asegura su final putrefacción. Tanto el marxismo como la actual doctrina social de la Iglesia, son formaciones históricas derivadas del liberalismo. Pero, el espíritu conservador quiere mantener con “parches” ese mundo, el marxismo busca destruirlo, sin desaprovechar lo que el liberalismo significó como progreso irreversible al desarrollo de las conquistas materiales útiles para la humanidad”.
Bueno es recordar que actualmente, cuando tantos empleados de las corporaciones se rasgan las vestiduras en nombre de una supuesta libertad de prensa, que no es más que la libertad de empresa –al decir de Jauretche- que los explota, la misma que convirtió a Hernández Arregui en un desconocido, “un maldito” –como expresaría Norberto Galasso-, cuando sus libros debían haber circulado por todos los colegios y universidades del país.
Sigue en su razonamiento Hernández Arregui: “El marxismo se opone a la libertad burguesa, pero no porque desee perfeccionarla sino para aniquilarla, en tanto el reaccionario se opone a esa libertad del liberalismo para salvarse como burgués, no como revolucionario. Los grupos enemigos de toda libertad frente a las clases dominadas, se presentan como reformistas o revolucionarios. Tal fue el fascismo. ¿En qué consistía ese mamarracho? ‘La Nación italiana –dice la Carta Italiana del Trabajo- es una organización con finalidades, vida y medios superiores a la acción de los individuos que la componen. Es una unidad moral, política y económica íntegramente realizada por el Estado fascista’. Este programa no desagradó a la Iglesia y menos al liberalismo, pero que se vio obligado a enfrentar al fascismo, no por cuestiones éticas, sino por las imposiciones mismas del reparto del mundo planteadas por la guerra imperialista.
“La antítesis radical (burguesía-trabajadores), niega toda simbiosis ideológica entre el liberalismo y el marxismo. Marx direccionó hacia el liberalismo su crítica. Pero, qué sostiene el marxismo con respecto a las luchas nacionales por la liberación”.
Juan José, en un replanteo semejante al que hacían Rodolfo Puiggrós y Eduardo Artesano viniendo desde el Partido Comunista, y los muchachos de Frente Obrero (Abelardo Ramos, Enea Spilimbergo), desde el trotskismo, comprendió que en la Argentina, dada su condición semicolonial, existía una cuestión nacional a resolver, además de la cuestión social. Había que bregar, pues, junto a la clase obrera por su liberación de la explotación capitalista y al mismo tiempo, luchar también por la liberación nacional de la opresión imperialista (idéntica tesis a la de John William Cooke), cuestiones que se entrelazaban explosivamente. Por ello se alejó del radicalismo y considerando que la izquierda abstracta no tenía destino y el nacionalismo sin pueblo era reaccionario, se sumó a la caravana peronista que se puso en marcha un 17 de Octubre. En pocas palabras se definió luego: “Soy peronista, porque soy marxista”. Así jugó todo su talento y su pasión revolucionaria –al igual que J. W. Cooke, Amado Olmos y muchos otros- a una izquierda nacional interna al peronismo.
En La Formación de la Conciencia Nacional explica: “El marxismo no se opone a las luchas emancipadoras de carácter nacional. Al contrario, insiste en la independencia nacional de todos los países y el apoyo que deben prestar los partidos de la clase trabajadora en esta cuestión. Marx consideraba incompatible con su filosofía –aunque no alcanzó a conocer la era del imperialismo- la actitud de indiferencia o neutralidad del llamado declamativamente socialismo de un país avanzado frente a la lucha nacional de otro atrasado”.
Quienes nos formamos políticamente leyendo los libros de Don Juan José –junto con los de Jauretche, Scalabrini Ortiz, Ramos y Puiggrós-, especialmente Imperialismo y cultura y Formación de la Conciencia Nacional, tuvimos la audacia alguna vez de plantearle que la izquierda nacional debía estar al lado del peronismo –“golpeando juntos, marchando separados”- y no adentro del movimiento. Hernández Arregui rechazaba esa táctica sosteniendo que conduciría a hablar de socialismo lejos de los trabajadores. Nosotros pensábamos que él iba a estar cerca de los trabajadores pero no hablaría de socialismo sino de peronismo.
Cierra, un tanto, sus apreciaciones en La Formación…: “La lucha ‘particular’ de los argentinos no puede separarse de la lucha ‘general’ de América Latina, y la ‘particular’ de América Latina, de la ‘general’ de todos los pueblos que luchan por su liberación.
“En la Argentina, como producto de la transformación del país y de la evolución y debate de las ideas creció una tendencia que puede calificarse genéricamente como ‘izquierda nacional’.
“Por Izquierda Nacional, en un país dependiente, debe entenderse la teoría materialista dialéctica aplicada a un caso nacional concreto, que analiza a la luz del marxismo, en tanto método de interpretación de la realidad, teniendo en cuenta las singularidades de cada país”.
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