Andanzas de un poema de Neruda en España
Por Arturo del Villar
Se cumplen 100 años de la publicación de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, el libro que dio a conocer a Pablo Neruda en el mundo. Neruda dejó una profunda huella en España, donde su obra y vida estuvieron marcadas por la amistad y el conflicto. Desde la polémica acusación de plagio hasta su exilio y homenaje póstumo, la historia del poema 16 de “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” es un testimonio de su vínculo indisoluble con la poesía y los poetas españoles.
Un recorrido por la controversia, el homenaje y la censura que marcaron la relación de Pablo Neruda con España
En junio de 1924 la editorial Nascimento de Santiago de Chile publicó el segundo libro de Pablo Neruda, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, que en este siglo de existencia ha tenido incontables ediciones en los más diversos idiomas del mundo, y se ha convertido en mensajero enamorado para unir a muchas parejas que encontraban en sus páginas el sentimiento dificultoso de comunicar individualmente. Es la expresión de un erotismo natural centrado en el cuerpo gozosamente, desde el mismo comienzo: “Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos”, amor en todas sus dimensiones, nada de sentimentalismo romántico decadente.
El libro queda vinculado a España por las vicisitudes de uno de sus poemas, motivo de discrepancias y enfados y causa de un homenaje. Es conveniente revisar la historia para impedir que se manipule, y comprender la relación de Neruda con los poetas españoles de su tiempo, que tuvo curiosas variantes explicables.
Neruda llegó a España el 13 de mayo de 1934, concretamente a Barcelona, en donde había sido nombrado cónsul de su país. Pero tenía la intención de permutar ese destino por el de Madrid, en donde esperaba relacionarse con los poetas entonces más pujantes, los componentes del grupo del 27. Ya conocía a Federico García Lorca, con quien coincidió en Buenos Aires el año anterior, y mantenía comunicación epistolar con Rafael Alberti. Ellos dos comunicaron a los compañeros del grupo la llegada del poeta chileno, que deseaba publicar en España una edición ampliada de un poemario impreso en Santiago de Chile en 1933, Residencia en la Tierra, desconocido en nuestro país, dada la escasa difusión de la poesía, del que ellos hacían grandes alabanzas.
Y se produjo un motivo de enojo, debido a que coincidió su llegada con la acusación de plagiario lanzada contra Neruda en su tierra. En el número 2 de la revista Pro, fechado en setiembre de 1934, se comparaba el número 16 de sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada, libro impreso en 1924, con el número 30 de El jardinero, de Rabindranath Tagore, según la traducción castellana de Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez, editada en 1917. La semejanza entre ambos poemas es palpable, por lo que Neruda se vio obligado, desde la quinta edición del poemario, a anunciar que el suyo es una paráfrasis del escrito por Tagore, pero la denuncia le hirió profundamente, como es comprensible.
Todo se debió a un exceso de celos literarios. La revista Pro estaba editada y sufragada por otro poeta chileno, Vicente Huidobro. Dado el carácter violentamente ególatra de ambos vates, el mundo entero resultaba demasiado pequeño para albergarlos juntos. Los dos querían ser el poeta nacional de su tierra con proyección internacional. La acusación de plagio, al ser demostrable, amargó la vida de Neruda, y le hizo sospechar que la delación había partido de Juan Ramón, por ser cotraductor del poeta indio al castellano, sin hacer otras indagaciones. Por esta suposición demostró desde entonces una inquina virulenta contra Juan Ramón, al que calificó con los peores epítetos y le achacó sin ninguna prueba dirigir una persecución contra él. Por su parte, Juan Ramón menospreció a Neruda y le negó validez.
No era cierto que la denuncia del plagio partiera de Juan Ramón, como ha explicado Volodia Teitelboim en la biografía de su amigo y correligionario político, titulada sencillamente Neruda. La biografía, impresa en Madrid para Merán en 2003: fue él quien descubrió la paridad entre los textos, y la comentó con otros amigos poetas. Al enterarse Huidobro aprovechó la coyuntura favorable que se le presentaba para atacar a su recusado colega y paisano, provocando un escándalo literario con la peor de las intenciones, en la que se vieron implicados los españoles.
Residencia en España
Al hallarse Neruda en España, el asunto trascendió las fronteras chilenas y llegó a Madrid, probablemente por conducto de Huidobro, lo que motivó la ira de Neruda. Solicitó a su amigo Lorca que le organizase un homenaje como desagravio, en el que participara el mayor número de poetas españoles. Aceptó el encargo, que no estuvo exento de dificultades, y por fin consiguió reunir los nombres de dieciséis poetas, en su mayoría jóvenes, ya que ninguno de los maestros de entonces dio su firma.
En abril de 1935 la editorial Plutarco publicó un folleto de 16 páginas más las cubiertas, titulado Homenaje a Pablo Neruda, con la reproducción de sus “Tres cantos materiales”, desgajados del segundo volumen de Residencia en la Tierra, dispuesto ya para la imprenta, porque apareció en el mes de setiembre. Iban precedidos por una explicación halagadora, un tanto ditirámbica, para satisfacer al poeta ofendido en su amor propio al haber sido cogido en trampa. No era exactamente lo que deseaba, pero se conformó con ello. Dice así la justificación del homenaje:
Chile ha enviado a España al gran poeta Pablo Neruda, cuya evidente fuerza creadora, en plena posesión de su destino poético, está produciendo obras personalísimas, para honor del idioma castellano.
Nosotros, poetas y admiradores del joven e insigne escritor americano, al publicar estos poemas inéditos –últimos testimonios de su magnífica creación— no hacemos otra cosa que subrayar su extraordinaria personalidad y su indudable altura literaria. Al reiterarle en esta ocasión una cordial bienvenida, este grupo de poetas españoles se complace en manifestar una vez más y públicamente su admiración por una obra que sin disputa constituye una de las más auténticas realidades de la poesía de lengua española.
No era exactamente lo que Neruda deseaba, pero se conformó con ello. Los colaboradores pertenecían a las dos ideologías que iban a enfrentarse en la guerra provocada al año siguiente por la rebelión de los militares fascistas contra la República. Este hecho demuestra que la calidad lírica de Neruda era reconocida por escritores de todas las opiniones políticas. A la izquierda figuraban Lorca, asesinado al comienzo de la guerra por los sublevados, y Miguel Hernández, muerto a poco de terminada en una cárcel de la dictadura. Marcharon al exilio Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, León Felipe, Jorge Guillén, Pedro Salinas y Arturo Serrano Plaja, sin que pudiera acompañarlos Vicente Aleixandre debido a su enfermedad crónica.
En el otro lado aceptaron la dictadura fascista los hermanos Juan y Leopoldo Panero, Gerardo Diego, José Antonio Muñoz Rojas, Luis Rosales y Luis Felipe Vivanco, la ensalzaron y fueron muy bien recompensados por sus loas. Uno de ellos, Leopoldo Panero, llegó a componer un disparatado libro de pésimos versos contra Neruda, titulado Canto persona1, como si su persona tuviera algún interés, premiado por la dictadura.
La aventura del poema 16 sirvió para anudar la amistad de su autor con los poetas que respondieron a su homenaje, y también para insertarlo en la vida literaria española de aquel momento gozoso de nuestra literatura. Se hallaba plenamente integrado y contento, su hogar madrileño, conocido como la Casa de las Flores, se convirtió en un faro que atraía a los escritores de su misma generación, porque irradiaba una poética original en punto con las innovaciones vanguardistas europeas, sin romper con la tradición castellana.
Recordar las consecuencias de aquella deriva de la acusación sobre el poema 16 nos permite revisar la integración de Neruda en España, mucho más que una simple coincidencia literaria con los escritores locales. Asumió la historia, se identificó con Quevedo, y consideró suyas las gracias y desgracias que las circunstancias políticas del momento iban a alterar la vida de los españoles, en las que se involucró considerándolas propias.
En el mes de octubre empezó a galopar la revista Caballo Verde para la Poesía, dirigida en Madrid por Neruda, de vida corta, porque solamente llegaron a distribuirse cuatro números. El siguiente era doble, y estaba compuesto a mediados de 1936, pero fue otra de las víctimas de los bombardeos fascistas sobre la capital de la República, convertida en Capital de la Gloria por su resistencia heroica al nazifascismo internacional, que la asediaba ante la indiferencia de las naciones consideradas demócratas.
Con España en el corazón
El conflicto armado en España movilizó a escritores de todo el mundo a favor del pueblo traicionado por quienes tenían la misión de defenderlo. En Santiago de Chile la editorial Panorama publicó, probablemente en 1937, porque carece de fecha, la antología Madre España. Homenaje de los poetas chilenos, en la que colaboraron Huidobro y Neruda, sin que esa coincidencia significara ninguna aproximación entre ellos. Los dos participaron también por separado en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en julio de 1937 en las sedes itinerantes de Valencia, Madrid, Barcelona y París. Ante el horror de la agresión al pueblo español se apartaban las viejas querellas.
Entre los grandes poemarios motivados por la guerra española destaca el épico España en el corazón. Himno a las Glorias del Pueblo en la Guerra, impreso en noviembre de 1938 por el Comisariado del Ejército del Este. Junto a elegías por los muertos y loas a los milicianos Neruda compuso unas demoledoras sátiras contra los exgenerales sublevados, y una impresionante oda a Madrid por su resistencia heroica a los continuados bombardeos fascistas, ignorados por el Comité de No Intervención:
Hace ya más de un año
que los enmascarados tocan tu humana orilla
y mueren al contacto de tu eléctrica sangre:
sacos de moros, sacos de traidores,
han rodado a tus pies de piedra: ni el humo ni la muerte
han conquistado tus muros ardiendo.
Además del homenaje literario, en éste y en otros libros, es preciso recordar la decisiva actuación de Neruda llevada a cabo en Francia, para fletar un viejo barco, el ya histórico Winnipeg, en el que trasladar a Chile al mayor número de republicanos exiliados, para librarlos de los campos de concentración en que los encerraba la cobarde República Francesa.
Censurado en España
Dada la extensa y terrible cárcel en que quedó convertida España bajo la dictadura militar fascista, es muy lógico que las obras de Neruda estuvieran prohibidas y su nombre proscrito. Nos llegaban noticias confusas de sus publicaciones, unos libros en los que continuaba hablando de España y de los poetas españoles, como en su inmenso Canto general (1950), muestra de la mejor poesía épica del siglo XX en castellano, o en los cinco volúmenes del Memorial de Isla Negra (1964), su autobiografía lírica.
Algunos ejemplares de sus ediciones hechas en Buenos Aires por cuenta de Losada entraban clandestinamente, porque la dictadura siempre fue un modelo de corrupción donde imperaba el soborno. Sin embargo, inevitablemente existía un distanciamiento intelectual entre los poetas españoles y el chileno que llevaba a España en el corazón, impuesto por la política.
El reencuentro tuvo lugar en 1957, aunque accidentadamente. La dictadura intentaba por entonces presentarse ante el mundo como un régimen liberal, en el que se aplicaba una denominada democracia orgánica, bajo un régimen de autoridad. Palabras con las que se intentaba disfrazar la tremenda realidad de los españoles hambrientos y vigilados constantemente por los policías sicarios de la dictadura.
Se produjo una superficial modificación estructural, debido a que la llegada de los turistas, con sus divisas tan necesarias, favoreció una ligera suavización de la censura, sin alterar lo esencial. Cuando Neruda se hallaba en París recibió una invitación de la revista madrileña Cuadernos de Ágora, editada por Concha Lagos, para enviar alguna colaboración sin contenido político, eso era imprescindible, con la intención de reanudar un contacto interrumpido desde la derrota del Ejército leal.
Respondió amistosamente, con una carta manuscrita en tres cuartillas, sin ninguna alusión política. Seguía estando vigente la censura previa de ediciones y espectáculos, impuesta en 1938 por los sublevados, de modo que la revista en donde se pretendía difundir la carta fue sometida al censor, con el resultado de prohibir su inserción. Contravenir esa orden significaba, en el mejor de los casos, el secuestro del número además de una multa a la editorial, y en el peor el cierre de la editorial y la cárcel para su propietaria. Era la realidad a la que ya estábamos acostumbrados.
Al resultar imposible difundir la carta en la revista, Concha Lagos decidió arriesgarse, con la complicidad de la imprenta, y acordó publicar un folleto de ocho páginas, sin pie de imprenta ni otro dato identificable, una precaución lógica para evitar represalias, con el facsímil de la carta. Años después mi amistad con Concha y Mario, su marido, me permitió conseguir un ejemplar, que es uno de los tesoros de mi biblioteca. La reproduzco exactamente, aunque alguna expresión puede parecer incorrecta:
París 27 de setiembre 1957
Queridos poetas españoles, aquí me tienen muy cerca de la tierra española y lleno de sufrimientos por no verla y tocarla. Soy un desterrado especial, vivo soñando con España, con la grande y la mínima, la del mapa y la de las callejuelas, soñando con todo el amor que entre vosotros dejé, un desterrado que solo puede acercarse al aire que perdió. Cuantas veces, de noche, el avión que me conducía lejos, sobrevoló vuestra tierra, y yo, acongojado traté de descifrar las luces que como luciérnagas, brillaban allá abajo. Eran casas perdidas, pueblos sumergidos, montes oscuros, y talvez, rostros amados que no volveré a ver. Mi corazón, allá arriba, volando, sintió de nuevo la tierra magnética y se llenó de lágrimas.
Poetas españoles, nos ha separado un frío cruel, y años pesados como siglos. Nosotros, poetas americanos, queremos renovar la fraternidad y la continuidad de nuestra paralela poesía.
Hemos sido separados por errores propios y ajenos, por profundos dolores, por un silencio imposible. La poesía debe volver a unirnos. La poesía debe reconstruir los vínculos rotos, reestablecer la amistad y elevar universalmente nuestro canto.
Tal es nuestra tarea. A ella me daré entre mis pueblos. Vosotros direis vuestra palabra. Y habremos dado así un primer paso que no por tardío será menos fecundo.
Va en este papel mi afecto fraternal y mi confianza en la poesía y en el honor de los poetas.
Pablo Neruda
Se define como un desterrado especial de España, porque lo usual es que el destierro afecte al nacido en esa tierra, y Neruda era chileno. En 1957 ya había sido revocada la orden de detención que el dictador González Videla hizo recaer sobre él en su país, de modo que era un ciudadano chileno con plenos derechos. Sin embargo, en la carta se considera un desterrado de España, como tantos exiliados españoles del éxodo y el llanto, por decirlo a la manera de León Felipe, errantes por el continente americano: a muchos los había guiado él mismo, en el Winnipeg, hacia la libertad en Chile.
España y Chile en el corazón
Hacía 18 años que no pisaba tierra española; solamente podía sobrevolarla en avión, porque se opuso a la sublevación de los militares monárquicos contra la República primero, y a la dictadura que fue su consecuencia después. Muchos de sus amigos españoles de aquellos años, los supervivientes del odio fascista, formaban la que se denominó España peregrina, errante por el mundo para defender su libertad, excepto Aleixandre, recluido en su casa madrileña por enfermedad. Con los jóvenes no guardaba ninguna relación por imperativo de la censura.
Conocía esa realidad, por lo que sin modificar sus sentimientos ni sus pensamientos, en la misiva fraternal ofreció una reconciliación a los poetas sometidos al horror de la dictadura fascista. No exceptuaba a nadie en la carta, pero quizá hubiera que excluir a los que había calificado de malditos e hijos de perra, como “silenciosos cómplices del verdugo”, en el poema “A Miguel Hernández, asesinado en los presidios de España”, del Canto general, en donde se nombra a Gerardo Diego y a Dámaso Alonso como dos hijos de perra por su sumisión a la dictadura fascista.
En este poema, un diálogo infinito con el poeta amigo muerto en una cárcel de la dictadura, le prometía regresar a España para vengar su muerte, pero no pudo hacerlo porque él mismo falleció sin haber conseguido ver el fin del régimen genocida que nos mantenía a todos en estado permanente de sitio desesperanzado:
No estoy solo desde que has muerto. Estoy con los que te buscan.
Estoy con los que un día llegarán a vengarte.
Tú reconocerás mis pasos entre aquellos
que se despeñarán sobre el pecho de España
aplastando a Caín para que nos devuelva
los rostros enterrados.
Neruda no pudo regresar a España, esa España vencida tan distinta de la que él había conocido feliz bajo la bandera tricolor de la República, y nunca se vengó a los patriotas muertos por los fascistas, porque no ha habido una revolución, sino una evolución de la dictadura fascista a la monarquía fascista instaurada por el dictadorísimo, de modo que Caín continúa dominando al país. También Chile se vio sometido al terror fascista, y Neruda fue una de sus víctimas.
El parte oficial de defunción asegura que Pablo Neruda falleció a consecuencia de un cáncer de próstata, pero la realidad es que murió para acompañar al Chile asesinado por sus militares golpistas. El 1l de setiembre de 1973 entró en la historia el presidente Salvador Allende, al enfrentarse a los rebeldes armado con un fusil y protegido por un casco, a las puertas del Palacio de la Moneda. Era el fin del gobierno de Unidad Popular, y el de las libertades públicas en Chile. No pudo soportarlo su poeta nacional, que fallecía el día 23 en Santiago. Su casa fue asaltada por los fascistas y destruida, sin ningún respeto por el cadáver allí expuesto. En realidad fue preferible que muriese sin llegar a conocer los crímenes cometidos contra el pueblo por la dictadura militar derivada del golpe de Estado.
Los españoles leímos con horror la noticia, porque imaginamos la triste suerte de los chilenos, a juzgar por lo que nosotros mismos estábamos sufriendo bajo otra criminal dictadura militar desde 1939. Y nos sentíamos en deuda con Neruda, porque compuso uno de los ejemplos más significativos de la mejor poesía épica escrita en el siglo XX, España en el corazón. Himno a las Glorias del Pueblo en la Guerra.
Fueron muchas las demostraciones literarias de amor a España, vertidas en verso y prosa por uno de los más inspirados poetas del siglo XX en cualquier lengua. Sus obras estuvieron prohibidas en Chile durante muchos años, y él mismo tuvo que exiliarse en 1949 para salvar la vida, acusado de pertenecer al Partido Comunista, y desde luego también en la España dictatorial. Sin embargo, Chile y España siempre estuvieron presentes en su corazón y en su escritura, unas veces con júbilo y otras con angustia.
Nos propuso renovar la fraternidad en el uso común de la palabra lírica. No le faltó, aunque de momento estuvo silenciada por la censura dictatorial. Se materializó poco después de su muerte, en 1975, cuando España empezaba a vislumbrar lo que era la libertad con la muerte por ancianidad del dictadorísimo. Entonces los poetas españoles pudimos dedicar un libro a su homenaje, titulado justamente Chile en el corazón, como reintegro apasionado de su España en el corazón, Coordinado por Aurora de Albornoz y Elena Andrés, se imprimió en Barcelona por cuenta de Edicions 62—Península, con 212 páginas, nuestro agradecimiento por su cooperación.
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