Juan Pinilla, cuando el flamenco se tiñe de rojo
"Las voces que no callaron, flamenco y revolución" es una obra valiente, hermosa y necesaria, donde la poesía y el flamenco se funden de manera natural y fluida.
Juan Pinilla (Huétor Tájar, Granada, 1983) es periodista y cantaor de flamenco, o cantaor de flamenco y periodista, que para el caso que nos ocupa, tanto monta. Y además de esto, Juan Pinilla es militante del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) y si no ando muy errado, de Izquierda Unida. Y desde su triple condición de hombre de letras, hombre de música, y militante político y sindical, el cantaor de Granada publicó hace unos meses un trabajo tan necesario como el agua de mayo: Las voces que no callaron, flamenco y revolución.
Se trata de un precioso disco-libro publicado por la Sociedad Cooperativa Andaluza Atrapasueños Editorial, que hace unos días puso en la calle la segunda edición, de lo cual se deduce que el público lo ha acogido como un trabajo de esta índole merece, con todo el cariño y el respeto del mundo. Y es que en los tiempos que corren, que una obra de estas características conozca una segunda edición es todo un éxito, y no me estoy refiriendo precisamente al aspecto comercial —que también, por supuesto—, sino al artístico que, al fin y al cabo, es el que a nosotros nos debe importar.
Como he dicho más arriba, Las voces que no callaron, flamenco y revolución es un disco-libro, con formato de cd. En la parte literaria, el periodista Juan Pinilla lleva a cabo un pormenorizado estudio sobre el flamenco “de izquierdas”, y trata de derribar la idea que aún hoy muchos sostienen de que el flamenco es un arte conservador, apegado a los señoritos y acostumbrado a moverse por donde se mueve el dinero. Y para demostrar su tesis, Pinilla nos recuerda que a lo largo de la historia del flamenco ha habido un gran número de cantaores y cantaoras, de guitarristas, de bailaores y bailaoras que nunca ocultaron su militancia, como el Chato de las Ventas, fusilado por los fascistas en Badajoz, durante la Guerra Civil; de Miguel de Molina, apaleado y humillado por un grupo de falangistas y exiliado en Sudamérica por su condición de homosexual y republicano; de Juan Valderrama, que combatió en una columna anarquista durante la guerra, o de Pastora Pavón, la Niña de los Peines, la cantaora republicana por excelencia, que popularizó aquellos versos que decían “Que bonita está Triana / cuando le ponen al puente / banderas republicanas”; también tienen su rinconcito en este libro gente más cercana en el tiempo, como Manuel Gerena, Salvador Távora, El Piki, El Cabrero o Paco Moyano, todos ellos destacados cantaores antifascistas, durante la Transición y como en el caso de José Domínguez, El Cabrero, con una longeva carrera discográfica y sobre los escenarios de todo el mundo. Las voces que no callaron, flamenco y revolución es, sin duda, un trabajo de investigación ameno, lleno de jugosas anécdotas, que te atrapa y te deja con la sensación de que uno no se ha quedado saciado del todo, y quiere saber más y más sobre el tema.
En la parte musical, la más experimental y, en mi opinión, valiosa, de este trabajo, el cantaor de flamenco Juan Pinilla, acompañado por las guitarras de Rafael Rodríguez, de Paco Cortés y de Josele de la Rosa, va transitando a lo largo de cuarenta y tres minutos por diferentes palos, muchos de ellos poco habituales en el flamenco que se hace en la actualidad, en el que con tanto descaro prima lo comercial. De esta manera, Juan Pinilla se atreve con las cartageneras, los tangos, las bulerías, la temporera y debla —un palo tan poco habitual en estos días y que se adaptaba de maravilla a la voz del maestro Enrique Morente—, los fandangos, la petenera, las seguiriyas, el mirabrás y algún cante más, que harán las delicias de todo aquel que se acerque a este disco y a este cantaor, con los oídos bien abiertos, sin prejuicios y sin las ideas preconcebidas que tanto daño hacen al flamenco.
Y es que Juan ha dado un doble salto mortal sin red a la hora de hacer este trabajo. Por un lado, atreviéndose a reivindicar a los flamencos de la izquierda, a los contestatarios, a los que transitaron por el tortuoso sendero del compromiso social, a los de las letras reivindicativas y nada complacientes con los poderosos, a los que se atrevieron a protestar y a denunciar. Por otro lado, atreviéndose a encajar en los palos flamencos textos, frases, ideas y poemas de autores tan dispares y tan alejados del flamenco como Nietszche, Ernesto Che Guevara —sublimes las peteneras donde el de Granada canta “Mañana cuando yo muera / no me vengáis a llorar / nunca estaré bajo tierra / soy viento de libertad”—, Edgar Allan Poe, Groucho Marx —probablemente lo más surrealista que se ha visto hasta ahora en el campo del flamenco haya sido adaptar con tanto tino frases célebres del bigotudo de los hermanos Marx al ritmo de los tanguillos de Cádiz—, Gregorio Marañón o Franz Grillparzer. El disco se abre con un estremecedor recitado a cargo de Emma Cohen del poema “Mi corazón es patio”, de Marcos Ana. Hacia la mitad, es el actor Paco Algora el que recita “Autobiografía”, del insigne Gabriel Celaya).
Las voces que no callaron, flamenco y revolución es una obra valiente, hermosa y necesaria, donde la poesía y el flamenco se funden de manera natural y fluida. En mi modesta y nada experta opinión, estamos ante una obra imprescindible, de esas que se revalorizan más y más con el tiempo y nos recuerdan que no todos los artistas están en esto por el dinero. Una obra que jamás figurará en el número uno de ninguna lista de éxitos (ni creo que sea esa la intención de su autor). Una obra que, como el propio Pinilla señala, está dedicada a todos aquellos que miden al hombre con parámetros humanos, y no numéricos. Una obra para las mujeres y los hombres que disfrutan de lo mejor del ser humano, el arte y la libertad. Una obra que nadie con un mínimo de sensibilidad debería dejar de disfrutar.