Justicia y memoria
Memoria
Por Ángel Escarpa. LQSomos.
Sacar una y otra vez a relucir los muertos por ETA no deja de ser una estratagema para tratar de ocultar cómo murió aquel apasionado poeta llegado desde Levante -como las naranjas.
No es sino una estrategia para que se deje de hablar de los torturados por Billy el Niño, por Ballesteros, por Conesa.
Es solo una estratagema más para que olvidemos de qué color eran las banderas que se defendían en Madrid, en Valencia, en Andalucía, en el Ebro y en Cataluña y Aragón, mientras la Legión Cóndor reducía a escombros Gernika.
Es una argucia más para que olvidemos La Desbandá de la carretera de Málaga a Almería.
Es una artimaña más para que no hablemos de los sindicalistas y obreros muertos en Vitoria, en Granada; de Pedro Patino, de Yolanda González, de Arturo Ruiz, de los abogados de la calle Atocha, de Gladys del Estal, de Carlos Palomino…
Es una hábil estratagema para que dejemos de hablar de La Nueve, de Cristino García, de los atrapados en el muelle de Alicante y de la matanza de Badajoz…
Es una artimaña más para que no hablemos del Proceso 1001, de Julián Grimau, de la guerrilla antifranquista, de La Pierenaica, de todo aquello que hasta aquí conformó nuestra irrenunciable memoria de antifascistas.
Es una maldita artimaña más para que no hablemos de los Ateneos Republicanos Libertarios, de las antiguas Casas del Pueblo, de Quico Sabaté, de Juana Doña, de Las 13 Rosas, de las Brigadas Internacionales, de Capa y de Gerda Taro.
Es una maldita artimaña más para que no hablemos de los campos de concentración, de Fiffes, de Castuera, de Gando; del horror en Albatera y en el Valle de los Caídos.
Es una maldita artimaña más para que no hablemos de los arrojados a la Sima de Jinámar, a la Mar Fea; los ejecutados en La Palma, en Melilla y en Montjuic.
Es una maldita artimaña más para que no hablemos de la II República, ni de Azaña, Machado y la Institución Libre de Enseñanza.
Es una maldita artimaña más para que nos olvidemos de que son ellos los que reivindican al general Franco, a Queipo, a Mola y el golpe de Tejero. Ellos, los que nos recuerdan el color de los días del pasado, con caralsoles y otros cantos patrióticos; con calles grises donde el hambre se enseñoreaba; con escuelas con cristos y bofetadas frecuentes.
Es una maldita artimaña más para que no hablemos de Clara Campoamor, de María Teresa León, de Federica Montseny; de Max Aub y del exilio republicano en Méjico.
Es una maldita artimaña más para que dejemos de hablar de la derrota del nazismo en Berlín.
Es una maldita artimaña más para que olvidemos las canciones de resistencia de los partisanos italianos; los campos de exterminio de Mauthausen, Dachau, Gusen, Belsen, Auschwitz, Birkenau…
Es una maldita artimaña más para que olvidemos las horas carcelarias de Marcos Ana y las ejecuciones de Salvador Puig Antich, Eduardo Suárez, Zugazagoitia y las de los cinco de aquel 27 de septiembre de 1975.
Es una maldita artimaña más para que renunciemos a la esperanza de un mundo sin reyes, sin guerras, sin gente desdichada y pidiendo una moneda por las calles.
Una maldita artimaña más para que olvidemos la música y la canción que venimos cantando los pueblos de la Tierra, en paz, en tanto los guerreros se empeñan en mantenernos en pie de guerra.
Todos esos argumentos de la derecha más radical para evitar leyes con las que se repare en lo posible la represión sin medida ejercida contra el pueblo, no deja de ser una estrategia más para que renunciemos a ser otra cosa que perdedores en esta historia.
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Que la derecha no tenga razón, no es una razón para combatirla con la demagogia. Dejemos los mitos y aceptemos toda la verdad, pero toda tal como han aclarado y desmitificado los investigadores