“La historia me absolverá”: programa nacional y popular de la futura revolución cubana
Por Daniel Alberto Chiarenza*
“Al alba del 26 de julio, se lanza al asalto del cuartel Moncada un puñado de muchachos. Armados de dignidad y cubanía y unas pocas escopetas de cazar pajaritos, se baten contra la dictadura de Fulgencio Batista y contra medio siglo de colonia mentida de república.
“Algunos, pocos, mueren en la batalla, pero a más de setenta los remata el ejército al cabo de una semana de tormentos. Los torturadores arrancan los ojos de Abel Santamaría y otros prisioneros”. Eduardo Galeano: Memoria del Fuego 3. El siglo del viento. Catálogos, 2001.
26 de julio de 1953: se produce, conducido por Fidel Castro y otros compañeros, el asalto al cuartel Moncada en Cuba
En el alegato de defensa que se le siguió en el proceso al joven Fidel, éste expresó: “Se dijo, por el mismo gobierno, que el ataque fue realizado con tanta precisión y perfección que evidenciaba la presencia de expertos militares en la elaboración del plan. ¡Nada más absurdo! El plan fue trazado por un grupo de jóvenes, ninguno de los cuales tenía experiencia militar; y voy a revelar sus nombres, menos dos de ellos que no están ni muertos ni presos: Abel Santamaría, José Luis Tasende, Renato Guitar Rosell, Pedro Miret, Jesús Montané y el que les habla. La mitad han muerto, y en justo tributo a su memoria puedo decir que no eran expertos militares, pero tenían patriotismo suficiente para darle, en igualdad de condiciones, una soberana paliza a todos los generales del 10 de marzo juntos, que no son militares ni patriotas”. Fragmento de “La Historia me absolverá, en Historia de las Revoluciones, dirigida por Nicolás J. Gibelli, Cuántica Ediciones, 1973.
Grupos de civiles armados, encabezados por Fidel Castro y contactados con otras células similares que atacaron otros puntos estratégicos de la Isla, asaltaron el Moncada, plaza fuerte del ejército batistiano en Santiago de Cuba. El fracaso se patentizó aún antes de arribar al cuartel puesto que las caravanas de automóviles y camiones que transportaban a los efectivos rebeldes fueron detectadas casualmente por una patrulla del régimen, siendo atacadas de inmediato.
De esta manera se perdieron: parte del material y un grupo valioso de hombres. Pero los demás se lanzaron alocadamente al ataque. Las armas cortas de los rebeldes (las largas iban en uno de los camiones extraviados) poco pudieron frente a las ametralladoras y el material artillado de los defensores de la fortaleza. Igualmente, el combate se prolongó durante cinco horas, aunque terminó con una aplastante derrota de los atacantes. Treinta y tres muertos sobre el terreno y otros al ser rastrillada la zona luego del intento revolucionario andictatorial, fue el resultado final de la frustrada operación. Fidel y Raúl Castro fueron hechos prisioneros y condenados por el régimen. Fidel, sometido a juicio, desde el banquillo de los acusados encaró su propia defensa –convirtiéndose en fiscal del régimen- pronunciando un célebre alegato contra la dictadura de Batista y que constituirá el programa nacional y popular de la futura revolución, triunfante pocos años después. Se lo denominó, por su contundencia final: “La Historia me absolverá”.
El mismo candidato a diputado, Fidel, por el Partido Auténtico Cubano diría: “En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no lo ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida de setenta hermanos míos.
“¡Condenádme! ¡No importa! ¡La Historia me absolverá!” (Castro, Fidel: La historia me absolverá. Grupo editor de Buenos aires, 1973, pág.108). Fue condenado a cumplir una severa pena en la Isla de Pino, de quince años de prisión.
Denunció a los crímenes y a los criminales, denunció el golpe de Estado batistiano, denunció la injusticia social y para su remedio propuso un programa de reforma agraria, nacionalizaciones e industrialización, contra la desocupación y el analfabetismo, por la salud y la vivienda del pueblo, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política”.
En aquel mismo trágico instante de la derrota temporal del movimiento revolucionario que se iniciaba, los comunistas estalinistas de la regional cubana condenaban el asalto al cuartel Moncada, porque sostenían que la solución de los problemas de Cuba no podía superarse con la violencia y buscaban otra forma de influir sobre Batista.
Un cubano contemporáneo opina: “La victoria revolucionaria actual de Cuba ha tenido lugar, en mucho porque Fidel en vez de beber ejemplos extraños a nuestra realidad concreta, supo, partiendo de la experiencia universal teórica, aplicarla a las condiciones cubanas sin hacerle concesión a la fraseología de moda en Europa, ni mucho menos aplicar remedios con fórmulas que no fueran tan cubanas como sus palmas”.
El programa de Fidel Castro el 26 de julio de 1953 es coincidente con las formulaciones liberadoras de Martí durante la guerra de independencia, cosa que el mismo Castro se encarga de explicar en el célebre alegato: “De igual modo se prohibió que llegaran a mis manos los libros de Martí; parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos. ¿O será porque yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de julio? Se impidió, además, que trajera a este juicio ninguna obra de consulta sobre cualquier otra materia. ¡No importa en absoluto! Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos”.
“El jefe de la rebelión, prisionero, pronuncia su alegato de defensa. Fidel Castro tiene cara de hombre que todo lo da, que se da todo, sin pedir el vuelto. Los jueces lo escuchan, atónitos, sin perder palabra, pero su palabra no es para los besados por los dioses: él habla para los meados por los diablos, y por ellos, en nombre de ellos, explica lo que ha hecho.
“Fidel reivindica el antiguo derecho de rebelión contra el despotismo:
“-Primero se hundirá esta isla en el mar antes de que consintamos en ser esclavos de nadie…”. Eduardo Galeano: Memoria del Fuego 3. El siglo del viento. Catálogos, 2001.
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