La memoria del Ciclope o el tercer ojo
Por Turón Valle
En este agosto de 2003, donde los apagones son sonados en el imperio del mundo y más de treinta horas en la oscuridad suponen millones de pérdidas en no sé qué moneda… Los Cíclopes, encienden su tercer ojo y me llevan a través de la memoria a recorrer el camino de oscuridad de las minas asturianas.
El Museo de la Minería y de la Industria, ubicado en Langreo (Asturias), activa el imaginario infantil y juvenil de mi mente. Las imagines, se superponen unas a otras y asisto a los funerales multitudinarios que presencie con la normalidad del pago obligado del minero que extrae las entrañas de la tierra.
En este paseo a lo oscuro, con jaula que simula seiscientos metros de inmersión en la mina, veo a mis progenitores, enfangados de barro y carbón, en posiciones extremas para sacar la beta del mineral que nos dará de comer y nos hará llorar las pérdidas a través de las emociones más primarias.
Recorro las galerías y bajo las rampas apoyada en la mampostería, mientras los ruidos de los martillos hidráulicos, el choque de los vagones en las vías, el picar el carbón, se confunden con el sonido en estéreo, que sale al exterior, de las jaulas, los compresores, los lavaderos, las sirenas… el cantar de la máquina, el hollín de las ventanas, las fachadas y ese teñir de gris Las Cuencas, mientras, el río corre negro por El Valle. Veo a mi padre, con su tercer ojo encendido, comiendo el bocadillo y apurando el trago de vino sentado en “su punto” mientras conversa en humor negro con “su güaje” de mina. Asisto a la muerte en grupo y oigo hablar del grisú y sus explosiones, en las largas esperas a boca de mina y “hospitalillos”, según van sacando a los enterrados. Mi madre, hace recuento de viudas en su portal de veinte vecinos y con la pasmosa costumbre que da el habito, cuenta cuatro parejas completas, de las que dos son hijos de padres y madres que ya no existen. Mi tío, retirado del carbón hace más de veinte años, nos cuenta su primer día camino de la mina y sus sentimientos encontrados de miedo y contento por tener trabajo. Acababa de cumplir 16 años.
Todo es verde y negro. Las Cuencas del Caudal y el Nalón se hilan a través de los pozos y los castilletes que las salpican. En el viaje, al pasar por la mina de Figaredo, cierro los ojos y puedo leer “ENTIBA EL CORTE”. Los Cíclopes salen ennegrecidos de las entrañas. Sus dos ojos humanos marcan la profundidad de lo oscuro en rayas negras que no se van con la ducha. Su tercer ojo queda encendido en la lámpara que se apaga en el exterior, en el orgullo de ser hijas/os de Mineros.
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