Bernardo Fuster: “Si mañana no regreso, quémalo todo”

Bernardo Fuster: “Si mañana no regreso, quémalo todo”

Iñaki Alrui

La reciente publicación de su segunda novela: “Si mañana no regreso, quémalo todo”, me da la excusa perfecta para entrevistar a su autor, Bernardo Fuster. Aunque, si soy sincero para hablar o entrevistar a Bernardo no hacen falta excusas, es tan fácil como quedar y ponerse a ello. Bernardo es un gran conversador, lleno a apasionantes historias y algo que admiro de él es su capacidad de escucha, la atención que presta siempre al otro

Bernardo Fuster, conocido en los años de la lucha antifranquista como Pedro Faura, fue un cantautor comprometido con la lucha contra la dictadura fascista, militando en los años setenta en la Unión Popular de Artistas vinculada al FRAP (1).

Bernardo tuvo que exiliarse en 1974 por su participación en la lucha antifranquista, recorrió toda Europa armado con su guitarra y sus canciones de resistencia bajo el nombre de Pedro Faura, desde donde siguió su lucha contra la dictadura fascista.

A su vuelta, pasaría a formar parte del histórico grupo de teatro Tábano. En 1980, junto al músico Luis Mendo, fundó la banda de folck-rock Suburbano (2), con temas tan populares como La Puerta de Alcalá, Makinavaja, Arde París o la canción que les encargó Berlanga para su última película, París-Tombuctú, así como bandas sonoras para el cine y sintonías para programas de televisión.

En el año 2009 inicia su actividad como escritor publicando en el Garaje Ediciones el ensayo Los hermanos de la costa: piratería libertaria en el Caribe.
Posteriormente, en 2016 escribe El contador de abejas muertas: una autobiografía en la que va desgranando su vida como militante clandestino y cómo esa militancia acaba por llevarle a cambiar de identidad (3).
En 2018, aparece publicada su primera novela, también con el sello de El Garaje, Si me ves no se lo digas a nadie, en la que narra la historia de un pueblo que, a partir de un error burocrático en 1923, durante la dictadura de Primo de Rivera, es excluido del catastro nacional (4).
En 2021, presenta toda una singularidad musical: Bernardo Fuster canta a Pedro Faura, o sea a sí mismo. Un CD titulado Que el tiempo no borre, con una recopilación de viejas canciones y nuevos poemas musicados (5).

Y ahora, en octubre de 2023, acaba de publicarse su segunda novela: Si mañana no regreso, quémalo todo. Una historia que transcurre en el Madrid de principios de los cincuenta. En esta ciudad marcada por la represión, un hombre que ha perdido la memoria y ni siquiera sabe su nombre, dónde está y cómo ha llegado hasta allí, se ve envuelto tras un encuentro casual en la lucha contra la dictadura, mientras trata de reconstruir su vida.
Hablamos hoy con él de esta novela.

– A veces en la vida se sueña con cambiar de rumbo, un golpe de suerte, una huida, empezar de nuevo… ¿Es bueno tener memoria o perderla por completo es una buena salida?

Somos lo que hemos sido. La memoria es determinante en la vida de cada individuo. A partir de lo que hemos vivido vamos construyendo lo que somos, ya sea para reafirmarnos o para cuestionarnos. La memoria es el mejor aliado que tenemos, hasta tal punto que a veces se vuelve selectiva para ayudarnos a vivir en el presente, pero también y por el contrario, como dijo no sé quién, la imaginación en el fondo es mala memoria… Sea lo que sea, lo cierto es que en este caso, el protagonista de la novela pierde totalmente la memoria y necesita reconstruir lo que ha sido para dar sentido a su vida.
Otra cosa es la memoria histórica, la que da identidad a todo un colectivo. Fíjate si será importante la memoria histórica que los distintos estamentos que conforman el poder dedican una parte importante de sus esfuerzos en reescribir la memoria colectiva cada cierto tiempo, para poder justificar sus acciones y perfilar su forma de dominación.

– La novela relata paisajes urbanos y lugares de un Madrid que ya no existen y a los que, al igual que en tu primera novela, das luz y color a través del relato, como si de una película de época se tratase. ¿Navegas en los archivos o son parte de tus recuerdos?

Hay un poco de todo. Me obsesiona rebuscar en los archivos para encontrar ese “agujero” por el que puedan entrar mis personajes en la historia sin llamar la atención. Una vez han entrado, son mis recuerdos y los de la gente que me rodea los que me ayudan a moverlos con toda naturalidad. Me apasiona escuchar a la gente sus historias, sus relatos. Son una fuente de inspiración, y además en todo eso que te van contando siempre hay una parte real y otra imaginada que al final de tanto repetirla se ha hecho realidad. Todo eso da veracidad y ayuda a inventar personajes reales. Recuerdos e imaginación. Como dije antes, la imaginación crece cuando los recuerdos se difuminan y lo real se entremezcla con lo posible.
Disfruto cuando hablo con un compañero de la época de la resistencia antifranquista y te cuenta una determinada acción y luego hablas con otro, que también estuvo allí y lo que te cuenta no casa con lo que te dijo el primero. En el hueco libre que hay entre las dos historias, reales, las dos, pero distintas, es donde nacen mis personajes.

– ¿Para construir la línea argumental de tu novela, te documentas en la historia, para hacer una narración paralela?

Siempre. Quizá por eso tardé cinco años entre una novela y otra. Necesito documentarme lo más posible, pero no solo en la Historia con mayúsculas. Me interesa, quizá tanto o más, la microhistoria: lo que pasó sin que apenas nadie se diese cuenta, lo que se coló de refilón en algún libro o crónica y que sin embargo cambió el relato o abrió la puerta para que lo posible se volviera real. Por decirlo de forma simple, me interesa más el relato de Eduardo Guzmán que el de un historiador al uso.

– Los personajes de tu novela están llenos de detalles, son tan reales como tu vecino o la tendera de la esquina. ¿Para construir tus personajes de ficción buscas simetrías con personajes de la realidad?

Prácticamente todos ellos tienen relación con personajes reales y cercanos. Siempre hay una imagen, una forma de comportarse, una manera de hablar que está sacada de personajes reales y cercanos. En muchos casos, incluso de familiares, vecinos o amigos. Hay una parte lejana de mi familia que estuvo relacionada con el franquismo, con la parte más negra de la dictadura, y cuando consigo rescatar del recuerdo situaciones reales que pude ver, en las que aparecen personajes fundamentales de la dictadura en casa de mi abuela, charlando, y comportándose como realmente eran, me tiro de cabeza a rebuscar en el recuerdo, a dibujar esas situaciones, las frases escuchadas y que nadie conoce; apenas los familiares que estaban allí y un niño, yo, que se escondía detrás de las cortinas para ver que decían y hablaban los mayores. La verdad es que disfruto con ello. En esta novela hay varias situaciones en las que aparecen individuos importantes del franquismo, comportándose con naturalidad mientras juegan a la canasta o toman chocolate con picatostes en casa de mi abuela.

– ¿La selección de los años cincuenta para situar la novela es casual, o tienes interés por esa época concreta? ¿Son años interesantes?

Es una época que quizá no se ha tratado demasiado y para mi es muy importante. Franco ha perdido a sus “padres políticos”: Hitler se ha pegado un tiro y a Mussolini se lo han pegado los guerrilleros. El franquismo, huérfano, se mueve en soledad. Una soledad en la que domina el hambre, el racionamiento, la miseria, los paredones y por lo tanto, una soledad que rima con el miedo a una sublevación de los sin nada. En los cincuenta se lanza a calzón quitado en busca de un padre y lo encuentra en los brazos de los americanos.
Los falangistas estaban unidos en los pelotones de fusilamientos. Cuando la represión se relaja un poco empiezan a pelearse entre ellos. Sin Hitler ni Mussolini, se convierten en personajes anacrónicos. Franco necesita otra cosa. Se acabó la obligación del saludo brazo en alto, de presidir los desfiles con el uniforme de Falange, de cantar el “cara al sol”. Es el tiempo del cambio. El tiempo de la especulación, la corrupción, el estraperlo, en definitiva, es el tiempo de la oligarquía, de la banca y de los grandes empresarios. Incluso la iglesia, instigadora del golpe de estado, ha conseguido su ansiado Concordato. La dictadura busca un blanqueo internacional. En esos años, los personajes de mi novela tienen que buscarse la vida y adaptarse, tanto para afianzar y actualizar su poder, como en el otro lado, la resistencia busca adaptarse para continuar la rebelión: las luchas obreras sustituyen al maquis.

– Segunda novela como autor. ¿Qué experiencias o sentimientos te han quedado de la primera, Si me ves, no se lo digas a nadie?

Muchos y muy buenos. También se desarrolla en una época de cambios. Esta vez, está inspirada en un pueblo, que es el mío: Ayora. Y hay algo curioso que me hace sentir bien: los personajes externos al pueblo que entran en la historia son todos reales, el anarquista, la periodista, el general, los guardias civiles… pero los que viven en el pueblo son inventados. No hay ninguna referencia a personajes reales. Lo hice así para no meterme en líos y que luego alguien se sintiese ofendido y pensase que no he tratado bien a tal o cual individuo, o que tal cosa no fue así… Pues fíjate que cuando presenté el libro allí, todo el mundo había asimilado ya los personajes a individuos del pueblo y se sentían encantados. Me decían: fulano es tal o mengano es el padre de este vecino o la señora es la madre de esta otra…
En el fondo, para mí fue muy gratificante ver cómo, a pesar de mi esfuerzo en evitar semejanzas, creé unos personajes tan reales que mucha gente los asimilaba con alguien conocido, un familiar, un pariente lejano o el antepasado de un vecino.

– Han pasado cinco años desde la edición de tu primera novela Si me ves, no se lo digas a nadie. ¿Cinco años trabajando en la nueva novela?

Escribir novelas es una afición más que una profesión. La profesión de escritor me viene todavía muy grande. Soy un aficionado a contar historias. Mi profesión es otra, soy músico, escribo canciones o compongo música para bandas sonoras, y en los ratos libres intento escribir historias. Aunque alguien crea lo contrario, son géneros muy distintos. Incluso la poesía y las letras de canciones son diferentes… yo no sé escribir poesía.

– ¿Esta segunda novela es la continuación de la primera, que quedó con un final muy abierto, o son ganas de seguir narrando? ¿Para entender esta nueva novela hay que leer la primera, Si me ves, no se lo digas a nadie, o son independientes?

No hay que leer la primera, son independientes, pero yo recomiendo leer la primera…y mi editor también. En la primera hay un personaje que empezó a tomar aire, a alzar el vuelo, a ganar importancia, y me pareció que se merecía algo más. Me planteé escribir varios cuentos contando lo que podía haber sido de algunos personajes de esa primera novela, pero cuando llegué a un personaje concreto, me di cuenta que se merecía algo más que un relato breve. Adquirió tal dimensión y me rompió los esquemas de tal manera que lo que iba a ser un cuento entre otros varios, ha terminado en novela. A veces los personajes mandan sobre el autor, lo secuestran…

– Si perdieras la memoria como tu protagonista ¿a qué recurrirías o qué harías y en dónde para recuperarla?

Buscaría en la calle, buscaría a la gente que se arriesga. Hace poco leí una frase que me gustó mucho: no reniegues de tu tiempo, has nacido para cambiarlo. Buscaría a gente que quiere cambiar las cosas, aunque al final no lo consiga. Lo importante es el camino. Buscaría a la gente que se ríe, la que no pierde el humor…la que te reconoce en un momento de sinceridad que no dejamos de pelear cuando nos hacemos viejos, si no que nos hacemos viejos cuando dejamos de pelear. ¡En la calle!… buscaría la memoria en la calle. Como el protagonista de la novela.

– ¿Tendremos tercera novela de Bernardo Fuster?

Sí. Seguro. Ahora solo me falta encontrar el argumento…

– Y para terminar, una pregunta clásica para el autor. ¿Qué va a encontrar en tu novela quien la lea?

Espero que encuentren cercanía, empatía y diversión, y que gracias a esa diversión y cercanía descubra los rincones ocultos donde lo real y lo posible se entremezclan para alimentar la memoria histórica.

¡Gracias Bernardo! Un placer platicar contigo siempre.

Notas:
1.- La Unión Popular de Artistas (UPA) vinculada al FRAP, agrupó especialmente a músicos y actores. Esta contó con un amplio elenco de destacadas figuras, ya fuera como militantes, simpatizantes o colaboradores: Alfonso Sastre, Moncho Alpuente, El Cubri (el guionista Felipe Hernández Cava y los dibujantes Pedro Arjona y Saturio Alonso), varios componentes del grupo de teatro independiente Tábano, el escultor Ramón de Soto, los cantautores Pablo Guerrero o Patxi Andión, pintores como Joan Castejón o “Viriato”, la actriz Amparo Muñoz, entre otras… En sus reuniones participarían también personajes como Rocío Dúrcal o Pepa Flores.
2.- Suburbano. El sonido de la memoria
3.- Bernardo Fuster “Pedro Faura”: Memorias de un músico clandestino
4.- Si me ves, no se lo digas a nadie
5.- Que el tiempo no borre

* Miembro del Colectivo LoQueSomos. Otras notas del autor
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