Collage. Porcia en el teatro

Collage. Porcia en el teatro

Por Nònimo Lustre.

PROEMIO

When I use a word… it means just what I choose it to mean, neither more nor less. -The question is,’ said Alice, whether you can make words mean so many different things. -The question is…which is to be master, that’s all. (Lewis Carroll, Through the Looking Glass, 1872)

Viene a decir el popular diácono anglicano que el significado de las palabras depende de la voluntad del Amo. Por ejemplo, ¿qué significa Mujer? Para unos, representa ‘la mitad del cielo’ pero, para otros, es ‘la mitad del infierno’. Dependerá del Jefe que, en esa tesitura, subyugue la interpretación. Pues bien, una somera lectura de la Historia europea/mediterránea, desde la Antigüedad hasta la Contemporaneidad, nos enseña que la Mujer ha sido conspicua, sistémica y encarnizadamente preterida… Seguir leyendo, clic aquí

PORCIA EN EL TEATRO

Porcia en la taberna (caupona) pompeyana de Lucio Vetucio Plácido (al fondo, el larario) Centro, primer plano: Alma-Tadema, retrata a unos parroquianos en otra caupona (1869-1874, Guildhall Art Gallery, Londres) Esquina superior drcha.: hogaza de pan, carbonizada; descubierta en la panadería de Modesto. (Museo Arqueológico Nacional, Nápoles) Centro, izquierda: Porcia, esposa de Bruto. Grabado que representa a Porcia en la obra Julio César, de Shakespeare.

“PORCIA. Mi pequeño cuerpo está ya bien harto de este inmenso mundo. Bien inventa el cerebro leyes para refrenar la sangre, pero el calor de la juventud salta por las redes que le tiende la prudencia, fatigosa anciana. Entran los Pretendientes:

El Príncipe napolitano. No hace más que hablar de su caballo y cifra todo su orgullo en saber herrarlo por su mano. ¿Quién sabe si su madre se encapricharía de algún herrador? El Caballero Le Bon: su cuerpo que no es de hombre. Salta en oyendo cantar un mirlo, y se pelea hasta con su sombra. Casarse con él, seria casarse con veinte maridos. Le perdonaría si me aborreciese, pero nunca podría yo amarle. El Joven alemán, ¿sobrino del duque de Sajonia? Mal cuando está en ayunas, y peor después de la borrachera. Antes parece menos que hombre, y después, mucho más que bestia.

PORCIA. Descorred las cortinas y enseñad al Príncipe los cofres; él elegirá: El primero es de oro, y en él hay estas palabras: «Quien me elija, ganará lo que muchos desean.» El segundo es de plata y en él se lee: «Quien me elija, cumplirá sus anhelos.» El tercero es de vil plomo y en él hay esta sentencia tan dura como el metal: «Quien me elija, tendrá que arriesgarlo todo.» ¿Cómo haré para no equivocarme en la elección?

En uno de los cofres está mi retrato. Si le encontráis, soy vuestra. En una de ellas está mi efigie. Atrás, Nerissa: atrás, todos vosotros, y mientras elige, resuene la música. Si vence (y no es imposible), oirá el son agudo de las trompetas, semejante al que saluda al rey que acaba de ser ungido y coronado. Yo soy la víctima (Mientras Basanio elige, canta la música: «¿Dónde nace el amor, en los ojos ó en el alma? ¿Quién le da fuerzas para quitarnos el sosiego? Decídnoslo, decídnoslo.—El amor nace en los ojos, se alimenta de miradas, y muere por desvíos en la misma cuna donde nace. Cantemos dulces himnos en alabanza del amor. ¡Viva el amor, viva el amor!»)

BASANIO. (Abre la caja de plomo.) ¿Qué veo? ¿El mismo rostro de la hermosa Porcia? ¿Qué pincel sobrehumano pudo acercarse tanto á la realidad? ¿Pero cómo habrá podido retratar sus ojos, sin cegar? (Lee.) «Tú á quien no engañan las apariencias, consigues la rara fortuna de acertar. Ya que tal suerte tuviste, no busques otra mejor. Si te parece bien la que te ha dado la fortuna, vuélvete hácia ella, y con un beso de amor tómala por tuya, siguiendo los impulsos de tu alma.»

PORCIA. Basanio, tal cual me veis, vuestra soy. No deseo para mí suerte mayor, pero en obsequio vuestro quisiera ser veinte veces más hermosa de lo que soy, y diez mil veces más rica. Pero valgo muy poco; soy una niña ignorante y sin experiencia; sólo tengo una cosa buena, y es que todavía no soy vieja para aprender; y otra aún mejor, que no fué tan mala mi educación primera que no pueda aprender. Y aún tengo otra felicidad mejor, y es la de tener un corazón tan rendido que se humilla á vos como el siervo á su señor y monarca. Todo os lo doy con este anillo.

PORCIA ABOGADA. Entonces es necesario que el judío se compadezca de vos.

SYLOCK. ¿Y por qué? ¿Qué obligación tengo?

PORCIA. La clemencia no quiere fuerza: es como la plácida lluvia del cielo que cae sobre un campo y le fecunda: dos veces bendita porque consuela al que la da y al que la recibe. Ejerce su mayor poder entre los grandes: el signo de su autoridad en la tierra es el cetro, rayo de los monarcas. Pero aún vence al cetro la clemencia, que vive, como en su trono, en el alma de los reyes.

Hebreo, ya que pides no más que justicia, piensa que si sólo justicia hubiera, no se salvaría ninguno de nosotros. Te digo esto, sólo para moverte á compasión, porque como insistas en tu demanda, no habrá más remedio, con arreglo á las leyes de Venecia, que sentenciar el pleito en favor tuyo y contra Antonio.

JUECES. Un momento… El contrato te otorga una libra de su carne pero ni una gota de su sangre. Toma la carne pero si derramas una gota de su sangre, tus bienes serán confiscados, conforme á la ley de Venecia. Prepárate ya á cortar la carne, pero sin derramar la sangre, y ha de ser una libra, ni más ni menos. Si tomas más, aunque sea la vigésima parte de un adarme, ó inclinas, por poco que sea, la balanza, perderás la vida y la hacienda.

Espera, judío. Aún así te alcanzan las leyes. Si algún extraño atenta por medios directos ó indirectos contra la vida de un súbdito veneciano, éste tiene derecho á la mitad de los bienes del reo, y el Estado á la otra media. El Dux decidirá de su vida. Es así que tú directa é indirectamente has atentado contra la existencia de Antonio; luego la ley te coge de medio á medio. Póstrate á las plantas del Dux, y pídele perdón.

FINAL. No decís mal. Pero voy á sacaros de la duda. Leed esta carta cuando queráis. En ella veréis que el letrado fué Porcia y el pasante Nerissa. Lorenzo podrá dar testimonio de que apenas habiais pasado el umbral de esta casa, salí yo, y que he vuelto ahora mismo. Bien venido seas, Antonio. Tengo buenas nuevas. Por ella sabrás que tres de tus barcos, cargados de mercaderías, han llegado á puerto seguro” (cf. Shakespeare, W. El mercader de Venecia, 1596-1598)

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