Comparaciones que duelen
Cuando las víctimas pierden la memoria.
No os demandamos amor, pues sin rechazarlo tenemos el de los nuestros y es suficiente para procurarnos la felicidad tal y como nosotros la entendemos. Pero es tan frágil esa alegría cuando los hombres rondáis por las cercanías… Seguramente recordaréis aquellos vagones repletos que, hace apenas setenta años, comandados por seres humanos como vosotros, separaron al final de su trayecto y para siempre a tantas familias, justo al detenerse en estaciones donde la sangre y la ausencia dibujaban las palabras tortura y muerte en sus andenes. Sois animales de otra especie y acaso a veces no acertéis a entender cómo son nuestro miedo y nuestro dolor, por eso os ponemos tan terrible ejemplo, para que os sea más fácil comprender que si el habla nos separa y esa diferencia nos condena, el sufrimiento nos equipara y sin embargo parece no ser razón suficiente para que dejéis de matarnos.
Eran trenes que conducían al alejamiento, a las vejaciones, al hacinamiento, a la experimentación, a la esclavitud, al sometimiento, al padecimiento físico y psíquico y al exterminio. Reflexionad y comparad: ¿podéis jurar que todos esos crímenes ya se terminaron para siempre? No, no lo han hecho. Entrad en una granja de carne para consumo o en una de pieles, hacedlo en un matadero o en una plaza de toros, visitad una perrera, la vega tordesillana o las calles de Medinaceli, comprad una entrada para un zoológico o un circo con animales, traspasad las puertas de un laboratorio de experimentación y vivisección, acudid a una jornada de caza, echad un vistazo a los contenedores de basura, los arcenes, los pozos, los ríos, los vertederos y hasta los árboles, y contemplaréis cadáveres descuartizados, electrocutados, desollados, apaleados, quemados, asfixiados, acribillados, envenenados, ahorcados… Transitad por tantas y tantas vías como existen y al final de su recorrido, allí donde mueren los raíles, estaremos nosotros, recreando una y otra vez la misma historia de la que hoy abomináis sin pensar que para sus asesinos aquellos seres humanos tampoco eran más que criaturas inferiores, simple "ganado".
El amor que nos dais nos gusta, nos reconforta y en la medida que nuestra naturaleza lo permite os lo devolvemos aunque en ocasiones os cueste percibirlo. Pero no pretendemos ocupar siempre en vuestros corazones un rincón especial, nos basta con el respeto. Idéntico respeto al que demostráis a todos y a todo aquello que sin amarlo no lo dañáis. Y si esa conciencia racional de la que tanto presumís y que os sirve para declarar vuestra absoluta superioridad no es suficiente para inculcaros tan básico principio de ética, entonces, mostrad al menos el coraje de mirarnos a los ojos mientras nos robáis la vida. Tal vez nuestra mirada inocente y aterrada os recuerde a la de aquellos niños, ancianos, mujeres y hombres asesinados en nombre de otro "ismo". Un ayer semejante al hoy. Ellos, tal como nosotros. Y vosotros, igual que… Que cada uno termine esa frase.