Joan Baez: agosto de 1967

Joan Baez: agosto de 1967

Joan Baez

Por Mariano Muniesa. LQSomos.

La semana pasada, si ustedes lo recuerdan, comentando el gran impacto que supuso la aparición del primer álbum de Pink Floyd a comienzos de agosto de 1967, hablábamos de todo lo que había significado para la historia del rock, y por ende, en la historia de todos los movimientos de cambio, de transformación social y cultural, de ruptura con el pasado, todo lo que sucedió en el año 1967. No tanto la coincidencia sino la mera situación histórica me lleva a rememorar con todas y todos los lectores otro evento que me parece importante tanto recordar como dar a conocer a quienes no supieran de su trascendencia, otro gran acontecimiento musical del mítico verano de 1967; el histórico concierto gratuito en Washington de la musa de Bob Dylan, la poeta del rock de los 60 y el referente para muchísimos artistas que con independencia de filias o fobias ideológicas con respecto a sus posiciones políticas, nunca dejaron de manifestar su respeto e inclusive su admiración por esta admirable mujer, la gran Joan Baez.

La mayor parte de los apuntes biográficos que pueden conocerse acerca de la inscrita en el registro como Joan Chandós Baez, nacida en Nueva York en 1941, afirman que su vocación musical en un primer momento y dadas sus condiciones se dirigieron hacia el bel canto, en el que se introdujo y en el que trató de hacerse una posible carrera, aunque pronto abandonó tal pretensión para introducirse en el mundo de la canción popular y el folk, que a comienzos de los años 60 empezaban a tener gran popularidad en Estados Unidos y muy particularmente en Nueva York.

Su decidida vocación por la defensa de los más desfavorecidos, de los marginados, los excluidos por el “sueño americano” la hizo en muy poco tiempo extraordinariamente popular entre los músicos y las audiencias que, especialmente después del asesinato de Kennedy y el recrudecimiento del conflicto en Vietnam, en cierto modo radicalizaron sus posturas y abrazaron el pacifismo que la contracultura americana, tanto en la literatura con autores como Allen Ginsberg, en el teatro como Julian Beck o en la música con todo el movimiento hippie, el rock de la costa oeste y Bob Dylan, apoyaron e hicieron suyo como expresión de toda una contestación social a un estilo de vida, a un sistema político y a unos valores que consideraban ya no respondían a la América real.

Joan Baez destacó desde el primer momento como una ferviente activista tanto por los derechos civiles de la población negra, como por los derechos de las mujeres dentro del incipiente feminismo norteamericano como muy especialmente por su radical oposición a la guerra de Vietnam. En este contexto, además de por su calidad como artista, cantante y compositora, a mediados de los 60 en Estados Unidos era tan admirada, valorada y apreciada por los amantes de la canción popular, el folk e incluso muchos rockeros a los que impresionaba su intensidad como intérprete, que aunque en otro lenguaje musical no estaba tan lejos de lo que el rock significaba y trataba de expresar, como igualmente odiada por los estamentos más conservadores y retrógrados de la América profunda, la América que no era capaz de entender en los años 60 por que sus hijos se negaban a ir a Vietnam, se dejaban el pelo largo, se relacionaban con la población negra, incluso apoyaban al Movimiento por los Derechos Civiles y hasta escuchaban y difundían su música y su cultura.

Esta contradicción se plasmó de manera incontrovertible cuando en agosto de 1967, se anunció que Joan Baez iba a dar un concierto en el Constitution Hall de Washington, que desde determinadas instancias de poder y determinados medios de prensa se anunció que se iba a convertir en un mero mítin pacifista y anti-belicista contrario a los intereses de quienes apoyaban la presencia de tropas americanas en Vietnam y la continuidad de la guerra. En ese momento, una asociación llamada Hijas de la Revolución Americana, en ingles D.A.R.(Daughters Of American Revolution), que bien podrían considerarse el precedente del P.M.R.C. del que también hablamos en estas páginas hace algunas semanas, hicieron pública de manera muy amplificada su oposición a la celebración de este concierto, incluso con duros artículos en periódicos y entrevistas en radios locales, pidiendo abiertamente a las autoridades que no permitieran la actuación de Joan Baez.

Ante la polémica creada, Joan Baez optó por hacer un movimiento de ajedrez frente a la D.A.R, propio de maestros como Bobby Fischer o Anatoly Karpov. Renunció, a pesar de que iba a ganar una sustanciosa cantidad de dinero por las entradas ya vendidas, a hacer su concierto en el Constitution Hall y anunció que el 14 de agosto de 1967 ofrecería un concierto gratuito al aire libre en los terrenos del monumento a George Washington.

La presidenta general de la D.A.R, escribió al Secretario del Interior, Stewart L. Udall, solicitando que no se permitiera a Joan Baez usar los terrenos “ya que se ha informado en la prensa que se negó a pagar una parte de sus propios gastos legales, los impuestos federales debido al desacuerdo con la política del gobierno con respecto a la guerra de Vietnam”. Inesperadamente, el Departamento del Interior le dijo a la D.A.R. que no tenía motivos para negarle a Joan Baez el permiso para usar la propiedad pública y señaló que la política de la D.A.R. incluso había sido compartida por organizaciones como el partido nazi estadounidense de George Lincoln Rockwell.

En el concierto, Joan Baez se refirió entre canción y canción a la D.A.R. agradeciéndole irónicamente “toda la publicidad que me han facilitado”. Hasta 30.000 adolescentes en minifalda, hippies y amantes de la música folk, muchos con camisetas de los Beatles y los Rolling Stones extendieron sus mantas sobre el césped para escuchar gratis lo que habrían pagado hasta 5 dólares de la época en un recinto que solo habría podido albergar a menos de la tercera parte. Como muchas veces sucede cuando se trata de censurar un movimiento emergente, efervescente, que está mostrando un cambio real en la sociedad, las Hijas de la Revolución Americana, persiguiendo un objetivo muy concreto, fracasaron y lograron otro completamente diferente y diametralmente opuesto a lo que pretendían conseguir: hacer mucho más popular a Joan Baez de lo que ya era y hacer del famoso concierto gratuito del 14 de agosto de 1967 en Washington, un hito que todavía hoy se recuerda como uno de los acontecimientos que marcó la década de los 60, tanto en lo musical, como en lo social y lo cultural.

Cuando hoy, por desgracia, vivimos una guerra en nuestro continente tan despreciable y censurable como la que existe en Ucrania, no sé qué pensarán ustedes, pero echo de menos en los músicos de rock actuales –excepto Roger Waters- una postura por la paz y la justicia al menos tan comprometida como la que hace hoy 55 años demostró Joan Baez.

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