Otra de gansters y lobbies; cuando la UE roba a sus ciudadanos a plena luz del día
Por Joan Martí
Este proteccionismo, disfrazado de medida estratégica, -además de contradecir la esencia sacramental del capitalismo del libre mercado- no tiene en cuenta el bienestar de los ciudadanos de la Unión Europea…
Los aranceles a los vehículos eléctricos chinos: un castigo injustificado a los ciudadanos de la UE
La Unión Europea (UE) ha decidido imponer aranceles elevados a la importación de vehículos eléctricos chinos, una medida que incrementará los precios de estos automóviles artificiosamente en más de un 30%, lo que resulta absurdo y un castigo injustificado para los ciudadanos europeos que quieren adquirir un vehículo eléctrico. Esta decisión esta diseñada para proteger a las empresas automovilísticas europeas y estadounidenses, a expensas del consumidor medio, quien verá su capacidad de compra gravemente afectada.Impacto en los ciudadanos: costes I¡injustificados
El mercado de los vehículos eléctricos ha sido impulsado por la demanda de una opción más ecológica y accesible, con el objetivo de reducir las emisiones de carbono y avanzar hacia un futuro más sostenible. Sin embargo, la imposición de estos aranceles desmesurados contradice esta lógica, ya que los ciudadanos europeos interesados en vehículos eléctricos asequibles, se verán forzados a pagar precios inflados o renunciar a su compra. El incremento artificial y fraudulento del 30% en el coste de los vehículos eléctricos importados de China -de una imponente mejor calidad, autonomía en kilómetros y precio- hará que el sueño de un transporte ecológico sea inalcanzable para muchas familias de clase media y baja.
Beneficio exclusivo para los grandes F¡fabricantes
Esta medida, inexplicable para el sentido común más común, beneficia a un grupo muy reducido: las grandes empresas automovilísticas europeas y norteamericanas. Estas compañías, que han tenido dificultades para competir con los precios más bajos de los vehículos eléctricos chinos, presionaron a través de lobbies para que se implementaran estos aranceles. A pesar de que el argumento oficial es la “protección” de la industria local, la realidad es que estas medidas solo favorecen a unos pocos fabricantes, dejando a los consumidores atrapados en un mercado con menos opciones y precios más altos.
Este proteccionismo, disfrazado de medida estratégica, -además de contradecir la esencia sacramental del capitalismo del libre mercado, oferta/demanda, laissez faire y todo eso- no tiene en cuenta el bienestar de los ciudadanos de la UE, ni su derecho a acceder a productos más asequibles y sostenibles. ¿Por qué debe un ciudadano pagar más, o privarse de un vehículo más económico y sostenible, solo para favorecer a las grandes multinacionales que no han logrado adaptarse a los avances tecnológicos de sus competidores asiáticos?
Un golpe a la competitividad y la sostenibilidad
La ironía de esta situación es que, en un momento en el que la UE promueve la lucha contra el cambio climático y fomenta la adopción de vehículos eléctricos, las políticas comerciales están contradiciendo esta narrativa. Al imponer aranceles proteccionistas, la UE no solo está encareciendo el acceso a tecnologías más limpias, sino que también está disminuyendo la competitividad en el mercado. En lugar de incentivar a las empresas europeas a innovar y ofrecer productos de mejor calidad a precios más accesibles, estas políticas protegen su falta de competitividad y estancan el progreso en el sector automotriz.
¿A quiénes, pues, defienden los europarlamentarios que apoyan esta aberración?
Pues evidentemente no a los ciudadanos que les eligieron y les pagan el sueldo y sus prebendas religiosamente cada mes, sino a unos pocos fabricantes y a sus lobbistas que les presionan y les “untan”. Si no es así, no se explica que maltraten a los consumidores de esta forma tan burda, cargando en su bolsillo el precio del proteccionismo y limitando su derecho a elegir productos más asequibles y ecológicos. En un contexto global de cambio climático y transición energética, esta política es una contradicción insostenible que demuestra la corrupción moral de la mayoría de esta “clase política europarlamentaria” que valida este absurdo.
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