Prohibido llorar
Por Manuel Salguero. LQSomos.
Aquel hombre esperaba mi llegada, era un gran hombre, si además alto, pero me refiero a que era el presidente de un alto tribunal.
Me esperaba porque la causa era de gran importancia, juzgar los motivos porque lloramos cuando nos está vedado. Sí, a los hombres nos está vedado llorar, aunque digan que han cambiado las cosa, que eso era antes, es mentira. Seguimos llorando clandestinamente, haciendo una dura resistencia silenciosa, pero resistencia al fin, porque las lágrimas, se quiera o no, son húmedas y saladas como las lágrimas de cada cual, sí, las lágrimas del mundo saben a mar y a líquido amniótico.
Aquel gran hombre tenía una mirada dura y fría, tan fría que podría congelar las lágrimas de su misma madre. Su seriedad, en vez de dar confianza más bien daba miedo.
Pero a mí ya me daba igual, él había dicho que quería juzgar mi llanto ya que había sido prohibido y allí me había citado.
Yo había dudado en un principio, no me fiaba, estuve por reaccionar de manera dura, no hacer el menor caso, pero no sé qué pasó por mi cabeza que me hizo presentarme.
El caso es que allí estaba, delante de aquella alta institución, porque aquel hombre ya he dicho que representaba esa gran institución.
Comencé a relatar los hechos de por qué lloraba a pesar de estar prohibido, y poco a poco aquel hombre grande de rostro rudo, comenzó derretirse como una vela en el desarrollo de su función de dar luz.
Podía verlo cambiar de tamaño, vertiéndose como se vierte el agua al intentar mantenerla en las manos.
Con él se derretía aquella gran institución que con gran altitud se mostraba orgullosa y grandiosa por encima de otras cualidades.
No había terminado mi relato y como lágrimas lastimosas se fue ante mi mirada y mi relato aquello que me llamó a declarar. No había justicia.
¡Libertad Assange! ¡Libertad de Expresión!
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