Un “poema en prosa” de Yván Silén
Ante la pregunta, “¿Dónde yace Yván Silén?,” busco entre los libros manoseados por los poetas del Caribe; busco en las narrativas latinoamericanas más golosas de la segunda mitad del siglo XX, como Rayuela (1963), novela llena de libros. Busco entre Los poetas latinos de Nueva York (1983). Desde el año de Cortázar (y de Octavio Paz), 2014, abro la “contra-novela” de Julio y le pregunto si sabe dónde está tumbado Silén, el poeta de la prosa boricua: La poesía piensa o la alegoría del nihilismo (2010).
El silencio traza rutas que es prudente recorrer con una libreta abierta. Escarbo entre libros que no he terminado de leer, entre notas al pie de la página, entre citas escritas en las paredes; indago en cunetas y cloacas literarias y metaliterarias. Sigo pistas que empiezan en cuentos “neosurrealistas” de los años 70 y terminan en versos “porno-líricos” del nuevo milenio; rastreo claves que mezclan el ensayo poético con el teatro político. Leo manifiestos. Transcribo aforismos como este:
Este es el escándalo de la demokracia: que los censurados censuren, que los marginados marginen. Porque sabiendo lo que es el olvido y el rechazo pretendan realizarlo contra los hombres geniales. Quien censura sospecha que el otro pueda superarlo en lucidez, en delirios y en visiones. Quien censura se convierte en una especie anormal de los policías de la cultura demokrática.
En una cita vieja que habla de “Los cuatro jinetes del apocalipsis” (Ramos Otero, Néstor Barreto, Pedro Pietri, Yván Silén), encuentro un poema nuevo, muy reciente, escrito en el año de Cortázar, titulado “¿Dónde yace Yván Silén? (Poema en prosa),” fotocopiado en papel amarillo. Lo leo. El paréntesis del título llama la atención, “(Poema en prosa),” porque está escrito en verso. La especularidad esquiza lo tiñe todo de blanco, como si fuera la neblina metacristiana que huele el poeta por las mañanas, cuando fuma poesía para curarse del asma lezamiana que lo ataca, siempre con un sabor amargo a Dios.
Autobiográfico —“¿Dónde está Yván Silén? ¿Por qué no borra los suicidios d’Estudios Hispánicos?”—, el poema narra la tragedia personal. El desempleo, a partir de 2013, en la Universidad de Puerto Rico. Por eso, apunta por un lado a la traición, “¿Por qué / callan sus amigos? ¿Por qué Lugo se ha convertido / en una especie de Monstruo de la Laguna Negra?”; y por el otro, apunta a la transformación (monstrificación) del sistema: “¿En qué clase de Quasimodo se han convertido / los colegas de las instituciones / (Estudios Hispánicos, Estudios Generales.”
Ante la podredumbre, el poeta guerrero ataca a los traidores con palabras clave de su arsenal metagramatical: “los fachas, los bolcheviques, los girondignos, / los colaboracionistas –los poetas mediocres / y los ayos basuras–?” Transcribo la primera estrofa del poema en la última página del último libro publicado por el poeta, Del escándalo al asombro (2013):
Colérico, como le corresponde a una personalidad “áspera,” volátil, apasionada, violenta, dionisiaca, risueña, el poeta desempleado por el neoliberalismo boricua se arma con la violencia de uno de sus poemarios de juventud, El pájaro loco (1972), y pone en la mirilla a los que actúan como enemigos: “¿Qué haremos con los colegas del desierto (de la soledad, / de los burdeles, de las discotecas, / de la tristeza, de los paredones y de la mierda?).” Acto seguido, dispara: “¿Fusilaremos a los colegas / en los pasillos de humanidades?” El poeta vuelve sobre la podredumbre para subrayar el pus: “¿Cuántos pedófilos habitan en las galerías? / ¿Cuántas madres yacen ahorcadas de los faroles?”
Desde el hedor de tanto vituperio, el poema delinea las responsabilidades: “¿O es que, acaso, no lo sabe el decano? / ¿Es que, acaso, no lo sabe el rector?” Entre signos de exclamación, la poesía invoca: “!Oh, canallas!
Transcribo:
La densidad del estallido —¡Oh, canallas!— excede los signos de exclamación, incidiendo otra vez en el espacio de la pregunta: “¿O es que, acaso, no lo sabe el lector?” El bolígrafo se me cae. El poema tiembla de pasión; insiste en su retórica, “¿No lo sabe el presidente?,” la cual deviene en crítica política frontal: “¿Qué clase de dictadura, de silencio, de desempleo /está manejando la demokracia en las letrinas de la UPR [Universidad de Puerto Rico]?”
El Poeta se abre a lo neomístico: “¡Estoy sufriendo el zen! /¡Estoy sufriendo el Tao! / ¡Estoy sufriendo a Buda! / Así no se puede trabajar, así no se puede morir.” La poesía vuelve a disparar, atenta de no injuriar a los aliados: “¡Malditos sean los gazmoños, los sapos, / los cadáveres y los tartufos, y / los que hacen el ridículo / delante de mis estudiantes!”
Transcribo:
La lengua del Poeta se suelta en la violencia política del neomístico (que se sabe virulencia sagrada): “¡Malditos sean los gnomos / debajo de la arena, debajo de Selene, / debajo de Febe y / debajo de las hormigas y las manzanas podridas!” El amor se pudre “debajo” de la vileza (el desempleo, la traición y el silencio). Carroña, reiterada en una preposición sin luz (debajo): “Hay pájaros ciegos en todos los árboles.” Oscuridad política de la descomposición: flores sucias para el poeta lleno de vida.
La “demokracia” ha contaminado el logos de la universidad: “Hay gatos caminando hacia la eternidad.” Al universo neoliberal no le interesa la carnalidad del poeta dionisiaco (su lengua voltaica): “Y Dios está recogiendo las rosas muertas.” Los gatos se comen las carcasas que el sistema produce a quemarropa. Las puertas se cierran: “No hay a dónde ir…y no hay a dónde regresar.”
Transcribo:
La “demokracia” ha hecho mierda la poesía: “El cielo se ha podrido.” Los “demókratas” han despojado al poeta de la cátedra de literatura, violentando la paideia (a costa de los alumnos). Se interrumpe la libidinización radical de la literatura: “debajo de la vulva de Diana que habla mal de Filimelé [personaje literario].” La academia, “que habla estúpida y eruditamente mal de Melefilí,” sus “colaboracionistas,” apestan en su podredumbre neoliberal, manchada de pus colonial y de complicidades equívocas (“los rehenes”): “como si fueran un cúmulo de putas, / un cúmulo de monjas, un cúmulo de tecatos y de lesbianas / alquiladas por la Cocacola y por los rehenes.”
Entre dos preguntas finales, “¿Dónde yace Yván Silén? / ¿Dónde habita la muerte?,” el poema contesta desde el silencio del neomístico: Silén yace donde habita la muerte, podredumbre de un sistema que el poeta combate desde la vida (la poesía).
Transcribo:
Contestación silente, que provoca otra pregunta muda: ¿por qué el paréntesis del subtítulo, “(Poema en prosa)”? La poesía se tira a la calle a tocar en las puertas del poder.
Nota: