VIII: La burocracia, problema de la transición al comunismo

VIII: La burocracia, problema de la transición al comunismo
junio de 1926; sentados de izquierda a derecha: Georgy Chulkov, Vikenty Veresaev, Christian Rakovsky, Boris Pilnyak, Aleksandr Voronsky, Petr Oreshin, Karl Radek y Pavel Sakulin; de pie de izquierda a derecha: Ivan Evdokimov, Vasily Lvov-Rogachevsky, Vyacheslav Polonsky, Fedor Gladkov, Mikhail Gerasimov, Abram Ėfros e Isaac Babel;

Por Diego Farpón. LQSomos.

I: 1923: el partido bolchevique en la encrucijada
II: Lenin y la conciencia de la burocratización del partido bolchevique
III: Lenin y el combate contra la burocratización del partido bolchevique
IV: La cuestión nacional y el combate por el bolchevismo
V: Kronstadt o el día que el partido impuso su voluntad
VI: Aislamiento de Stalin, pasividad de Trotsky
VII: Surge la Oposición de izquierda, 1923

Cuando los bolcheviques analizan el problema de la burocratización del Estado y de la degeneración de la Revolución de Octubre, o el problema de la democracia y del método de trabajo en el partido, no están analizando un conjunto de elementos aislados ni de problemas teórico-abstractos. Al contrario, están analizando un periodo muy concreto de la lucha de clases: el periodo de transición del Estado capitalista al Estado comunista, fase previa a la instauración de la sociedad socialista (retomamos, pues, el planteamiento de Marx, que puede encontrarse en sus manuscritos de 1844, expuesto con lucidez por Gajo Petrović, marxismo contra stalinismo, pp. 183-201).

El problema de la ruptura con el capitalismo y de la construcción del comunismo es el problema que enfrentaron las/os bolcheviques. Durante un tiempo este problema fue superado de manera positiva, incluso bajo las garras del stalinismo: tal era la fuerza que había desatado la Revolución de Octubre. Así, numerosas conquistas pervivirán hasta los años treinta e inclusive hasta 1991 y actualmente, pues la situación social en los antiguos países del bloque soviético todavía hoy no puede entenderse sin comprender 1917: su presencia aún no ha sido completamente aniquilada, pese a los esfuerzos que la clase dominante lleva a cabo cada día.

Como ya sabemos, uno de los primeros en enfrentar la deriva burocrático-stalinista fue Khristian Rakovsky. En el verano de 1923 escribía que entre las distintas repúblicas “(…) llegará el momento -todavía en un futuro lejano- en que no será necesaria ninguna unión porque no será necesario ningún Estado. Aunque, repito, estos tiempos son todavía un futuro lejano, sin duda nos acercarán mucho a la transición a una sociedad genuinamente comunista (…)”.

Sin embargo, cuando las condiciones son favorables a la solución del problema, este empeora: “(…) sólo después de la Revolución de Octubre se crearon las condiciones para la resolución de la cuestión nacional (…)”, pero “(…) sin embargo, en algunos círculos insignificantes del partido comunista, la Revolución de Octubre creó ciertos prejuicios que impidieron una visión realista. Con el derrocamiento de la dominación capitalista y señorial, se creó la impresión de que la cuestión nacional ya estaba resuelta. Para estos camaradas, era como si la discusión de la cuestión nacional fuera un residuo de los viejos tiempos de antes de la revolución (…)”.

Así, Rako va a buscar en Engels, Marx y Lenin para concluir que “de vez en cuando, aparece en la discusión la idea de que el estado proletario debe ser un Estado centralizado y que, en consecuencia, las repúblicas soviéticas deben fusionarse en un único Estado centralizado. Esta conversación no tiene nada que ver con el comunismo. La tarea de centralización general nunca formó parte del programa comunista. En cuanto al Estado, la actitud de los comunistas también es clara (…)” y es que “(…) evidentemente, el poder soviético no puede tener peor enemigo que la centralización, si por ésta entendemos la concentración del poder en un solo órgano y la transformación de toda la población en atento instrumento para la ejecución de los decretos centrales. Lo mismo ocurre si, con el mismo término, nos referimos a la destrucción de la iniciativa y la automotivación económica, política y administrativa. En otras palabras, el poder soviético es el enemigo de los decretos centrales. El poder soviético significa la participación de las masas obreras (y a través de ellas de las masas campesinas) en la vida política del país. Pero si la vida política se convierte en el privilegio de un pequeño grupo de personas, entonces, por supuesto, las masas trabajadoras no participarán en el control del país y el poder soviético perderá su apoyo más importante. Los comunistas siempre lucharán decididamente contra esa centralización” (traslashuellasdelsocialismocientifico.com).

La primera gran quiebra, el primer gran paso de la contrarrevolución, es en relación al Estado, es en relación a la pervivencia de este elemento que asegura la dominación de clase. Pero, ¿por qué pervive la burocracia bajo el poder soviético? Rako afirmará, pocos años después, en una carta a Valentinov: “(…) en un Estado proletario, donde la acumulación capitalista no está permitida a los miembros del partido gobernante, la diferenciación es primero funcional, pero luego se convierte en social. No digo diferenciación de clase, sino diferenciación social. Lo que quiero decir es que la posición social de un comunista que tiene a su disposición un coche, un buen piso, vacaciones regulares y recibe el salario máximo autorizado por el partido es diferente de la del mismo comunista que trabaja en las minas de carbón, donde recibe 50 ó 60 rublos al mes (…)”.

I: 1923: el partido bolchevique en la encrucijada
II: Lenin y la conciencia de la burocratización del partido bolchevique
III: Lenin y el combate contra la burocratización del partido bolchevique
IV: La cuestión nacional y el combate por el bolchevismo
V: Kronstadt o el día que el partido impuso su voluntad
VI: Aislamiento de Stalin, pasividad de Trotsky
VII: Surge la Oposición de izquierda, 1923

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