Antonio Machado: recuerdo y homenaje a los 83 años de su muerte
Por Arturo del Villar*. LQSomos.
Las cabezas que embisten, cabezas de choque, en la batalla política, pueden ser útiles a condición de que no actúen por iniciativa propia; porque en este caso peligran las cabezas que piensan, que son las más necesarias
Machado, educador de los que embisten
La preocupación de Antonio Machado por culturizar a España se comprueba principalmente al leer sus escritos en prosa y en verso. Su trabajo como profesor de institutos de enseñanza podemos decir que era el complemento de su magisterio literario. Sus libros de poemas pueden contagiar a los lectores el interés por conocer la escritura intimista de una mente delicada y un corazón sentiente, y desde el verso pasar a otros géneros literarios. Los artículos firmados por Juan de Mairena en algunos diarios servían para difundir conocimientos de muy diversas materias, con cierta predilección por la filosofía, un tema que con seguridad no iban a buscar para entretener los ocios, porque obliga a pensar, tarea dificultosa para muchos.
En 1919, a llegar a Segovia para posesionarse de la cátedra de francés en su Instituto General y Técnico, fue uno de los promotores de la Universidad Popular organizada por un grupo de intelectuales. La instalaron en la iglesia románica sin culto de San Quirce, adaptada para su nueva ocupación. En ella no solamente sirvió como profesor de francés sin sueldo, sino que contribuyó a la creación de una biblioteca pública con libros donados de la suya particular.
Su vocación era la enseñanza, tanto en su cátedra oficial como en la privada, y en su tarea periodística, indudablemente la de mayor incidencia en el público. Repasar la nómina de filósofos y poetas citados en las supuestas charlas de Juan de Mairena con sus alumnos, demuestra la variedad de ideas que quiso inculcar a sus lectores. Con mucha probabilidad la mayor parte de los compradores de diarios lo hacían sin ánimo de ilustrarse, sino de estar al día en las variadas cuestiones que interesan a los ciudadanos, para unos la política y para otros los toros, según las parcelas de sus inquietudes, pero muchos mirarían los escritos de Machado siquiera por curiosidad, y algo nuevo y bueno descubrirían en ellos.
De ese modo algunos aprenderían a usar la cabeza para instruirse, tarea a la que no estaban acostumbrados, ya que la enseñanza durante la monarquía borbónica se hallaba reservada para las élites de la llamada nobleza, y los clérigos encargadas de las escuelas publicas no enseñaban nada más que la conocida como Doctrina Cristiana. Con ello se mantenía al pueblo en la ignorancia, y así se evitaba que pudiera pensar en alterar ese estado de cosas mediante una revolución.
La España inferior
El proletariado inculto por dejación real integraba la España inferior, tantas veces llevada a la novela y al teatro para diversión de la burguesía, que se burlaba de sus maneras incivilizadas y de su modo de hablar al margen de la gramática preparada por la Real Academia Española. Otro muy distinta era el parecer de Machado, que censuraba a la sociedad de su tiempo, denunciando la incultura generalizada en el reino, pero sin culpar de su situación a los incultos, sino a quienes la mantenían desde los sucesivos gobiernos de Alfonso XIII, sin tomar ninguna medida para mejorarla.
Hubo que esperar a la proclamación de la República el 14 de abril de 1931 para que por primera vez un Gobierno se ocupara de la educación popular. El ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Marcelino Domingo, él mismo maestro de escuela, ordenó un plan quinquenal para la creación de 27.000 escuelas, con maestros bien formados y con instalaciones idóneas, dos consideraciones desatendidas por la monarquía.
Por eso en mayo de 1913 Antonio Machado publicó el poema titulado “El mañana efímero”, después incorporado a su libro Campos de Castilla, para describir aquella sociedad española bajo la monarquía, “La España de charanga y pandereta, / cerrado y sacristía”, embrutecida por falta de educación pública, sustituida por las predicaciones de unos curas y frailes también ignorantes. El panorama que nos ofrece es aterrador:
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste
cuando se digna usar de la cabeza, […]
El mismo poeta defensor de la idea republicana escribió que había dos españas enfrentadas, y que una podía helar el corazón de los ciudadanos. La triste historia de España demuestra que era así, y que esa España inferior no se sentía capaz de superar su estado, sometida como estaba a las admoniciones eclesiásticas amenazadoras con unos castigos eternos después de la muerte, con los que asustaban a las personas más crédulas. El Ejército y la Policía al servicio del rey disuadían a los vasallos de imaginar acciones tendentes a mejorar su situación.
El ejemplo de lo sucedido en Barcelona en 1909, durante la conocida como Semana Trágica o Sangrienta o Roja, con la ciudad destruida, la economía arruinada, los fusilamientos y las detenciones masivas de los considerados revolucionarios, contribuía a hacer embestir a las cabezas en defensa del altar y el trono, siguiendo las instrucciones predicadas por los clérigos aliados con el monarca por unos motivos muy claros: el disfrute de pingües beneficios a cambio de embrutecer al pueblo.
En uno de los “Proverbios y cantares” del mismo libro, número XXIV, volvió el poeta cívico a retratar gráficamente la sociedad borbónica de su tiempo. El ser profesor entonces no constituía ninguna prebenda atendida por los españoles. Circulaba un refrán de carácter realista, según el cual de un pobre se decía que pasaba más hambre que un maestro de escuela. La verdad es que su trabajo no merecía mejor recompensa económica, pero la culpa la tenía el sistema de enseñanza, no el maestro sin medios ni salario idóneos. Aquella sociedad monárquica enemiga de la cultura despreciaba a las personas interesadas por el aprendizaje de ciencias o letras. Los vasallos de su majestad no eran culpables, sino víctimas de su incivilidad:
De diez cabezas, nueve
embisten y una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto
se descuerne luchando por la idea.
Por la idea que le inculcaban los clérigos, lo mismo en las escuelas dirigidas por ellos que en los púlpitos de las iglesias, una idea falsa en contradicción con la ciencia, pero útil para mantener en la ignorancia a la sociedad. En aquel gran rebaño de cornúpetas se distinguía solamente un ser civilizado, al que los demás despreciaban por salirse de la norma general. Incluso parece demasiado que se encontrara un pensador en la mediocridad potenciada por el monarca y sus gobernantes servilones.
Cabezas de choque
También Juan de Mairena se ocupó de las cabezas ocupadas en embestir. Lo hizo en el capítulo XLVII de las Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo, publicado en El Sol el 19 de abril de 1936, en unas circunstancias muy diferentes de las que inspiraron los versos citados. Con la proclamación de la República se había implantado una política educativa contraria a la mantenida por la monarquía, de forma que todas las clases sociales tuvieran acceso a todos los grados de la enseñanza, según lo permitieran sus aptitudes intelectuales. Sin embargo, el clima social se hallaba enrarecido en el primer semestre de 1936, debido a la acción de los comandos fascistas encargados de preparar la sublevación de los militares monárquicos el 17 de julio. En tales circunstancias escribió Machado con la pluma de su apócrifo profesor:
Las cabezas que embisten, cabezas de choque, en la batalla política, pueden ser útiles a condición de que no actúen por iniciativa propia; porque en este caso peligran las cabezas que piensan, que son las más necesarias. En política como en todo lo demás.
Así sucedió a consecuencia del golpe de Estado militar. Las cabezas que embestían, retratadas en los poemas citados, fueron las fuerzas de choque lanzadas a la rebelión. Se habían estado revolcando en la sinrazón, porque sus cabezas no servían para pensar, sino simplemente para embestir. Llegado el momento de su actuación se encargaron de atacar y destruir a las cabezas que pensaban. Los sublevados asesinaron sistemáticamente a los maestros de escuela cuando tomaban una localidad, y persiguieron a muerte a los intelectuales.
La víctima más conocida, por su categoría como poeta y dramaturgo, es Federico García Lorca, asesinado en la retaguardia de su tierra, la Granada sublevada, pese a no haber ostentado ningún cargo oficial ni conocerse su militancia en ningún partido político. Era una cabeza pensante, que, como escribió Machado, “son las más necesarias”, y por ello los sublevados lo fusilaron, como a otros miles, para implantar un régimen sin cultura, en el que se rendía culto a la violencia.
Su consigna fue “¡Muera la inteligencia!”, y se entregaron con vigor a la tarea. La depuración de profesores se hizo sistemática y rigurosa. El mismo Antonio Machado sufrió el acuerdo adoptado por la Comisión Superior Dictaminadora de Expediente de Depuración con fecha 7 de julio de 1941, “sobre su separación definitiva del servicio y baja en el escalafón de Catedráticos de Institutos Nacionales de Enseñanza Media”. Fue la estúpida venganza de los militares monárquicos vencedores de la guerra, porque el poeta estaba separado de cualquier servicio debido a haber muerto el 22 de febrero de 1939, en el exilio de su patria dominada por las cabezas que la embistieron durante 36 años. Pero no olvidamos su ejemplo y sus palabras.
* Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio
Más artículos del autor
Síguenos en redes sociales… Mastodon: @LQSomos@nobigtech.es Diaspora*: lqsomos@wk3.org Telegram: LoQueSomosWeb Twitter: @LQSomos Facebook: LoQueSomos Instagram: LoQueSomos
Y dicen los acomodaticios bienpensantes y los apesebrados orgánicos que aquello de “la dos Españas” es agua pasada, algo. de tiempos ya bien pretéritos … Admirado y cabal Arturo, al margen del elocuente silencio de la TV supuestamente pública, ¿en cuántas escuelas e institutos , a indicación de “la superioridad” , se habrá señalado la efemérides ? Por supuesto dudo que así haya sido la preceptiva de las administraciones. Anatema para los díscolos. y que asuman las lógicas consecuencias. Gracias pues a esos pocos e irreductibles docentes que, ahora más que nunca, habrán sabido “estar a la altura de las circunstancias” haciendo, recuperando, Historia y Memoria. Falta nos hace. Y no sólo a niños y jóvenes.