IX: La importancia de la Oposición para el futuro

IX: La importancia de la Oposición para el futuro

Por Diego FarpónLQSomos.

I: 1923: el partido bolchevique en la encrucijada
II: Lenin y la conciencia de la burocratización del partido bolchevique
III: Lenin y el combate contra la burocratización del partido bolchevique
IV: La cuestión nacional y el combate por el bolchevismo
V: Kronstadt o el día que el partido impuso su voluntad
VI: Aislamiento de Stalin, pasividad de Trotsky
VII: Surge la Oposición de izquierda, 1923
VIII: La burocracia, problema de la transición al comunismo

El origen de la Oposición pone de relieve que el método es una cuestión fundamental. Para las/os bolcheviques lo importante era el método. O, al menos, lo fue hasta 1923. La carta de Joffe a Trotsky, del 12 de agosto de 1927 plantea abiertamente el problema del método y la dirección política: “¿No está empezando a penetrar también en la oposición el régimen que la mayoría del Comité Central ha establecido para todo el partido, y contra el que nosotros (la oposición) estamos luchando tan duramente? Los altos cargos deciden, mientras que todos los demás se limitan a aceptar sus decisiones. ¿Es lícito que los 13 miembros de la oposición, el Comité Central y la Comisión Central de Control hagan una declaración en nombre de toda la oposición sin debatir previamente en el seno de la oposición tanto el hecho de hacer la declaración como su contenido?”.

Sobre la centralidad del problema del método escribirá también Rakovsky a Trotsky desde Astracán, especialmente en las cartas del 18 y 27 de mayo de 1928: “En primer lugar, sitúo los métodos de dirección en el partido, la clase y el Estado. Cuanto más observo nuestra vida en el partido y en el Estado, y cuanto más estudio a Lenin, más llego a esta conclusión (…) «el régimen del partido» al que se le ha dado en la plataforma el mismo lugar que a las otras secciones, debe ocupar de hecho el primer lugar. Sólo así se puede comprender todo el problema (…)” (traslashuellasdelsocialismocientifico.com).

No conseguirían, nuestras/os bolcheviques, corregir el método de trabajo, pese a que el combate, iniciado por el propio Lenin, se mantuvo en el tiempo. ¿Hasta cuándo se pudo vencer a la burocracia? Ya nos lo preguntamos en la presentación de esta serie de escritos: pudo ser a inicios de de la década de los años 20, o incluso hasta 1941, porque lo cierto es que durante dos décadas la oposición no dejó de combatir a la burocracia liquidacionista, y sólo el exterminio físico pudo poner fin al combate político.

Es cierto que muchos se cansaron y renunciaron. Capituladores, les llamaban quienes se mantenían firmes. Sin embargo, si se cansaron, si renunciaron, si se dejaron triturar por la maquinaria contrarrevolucionaria es algo que no podemos juzgar éticamente. Algunos se rindieron, pero después volvieron a combatir, así fuese para volver a rendirse más tarde. Ahora, no lo olvidemos, no sería justo: la maquinaría chantajeó a la militancia bolchevique con el asesinato de sus parejas, padres, madres, hijas e hijos, nietas y nietos… Para ellas, para ellos, resistir era el secuestro de sus familias, su tortura y desaparición. Así, incluso se convierte en algo menor la imposibilidad de trabajar o el destierro, e incluso la propia muerte. Las dimensiones de la maquinaria asesina fueron y son inmensurables. Aquellos que titubearon y que acabaron siendo capituladores, es cierto, terminaron enfangados en el lodo y la sangre y se ahogaron en el estercolero que, de alguna manera, provocaron, y no deben dejar de denunciarse sus capitulaciones, pero su legado, no lo olvidemos, es 1917 y sus contradicciones son las contradicciones de la propia revolución y, también, de la misma oposición, aunque en esta podamos encontrar algunos miembros que combatieron hasta el final sin claudicar. Esta no puede ser, sin embargo, la medida: no se puede exigir que aquella generación estuviese constituida únicamente por figuras divinas.

Finalmente, hemos de ligar este legado teórico al periodo de transición entre el Estado capitalista y el Estado comunista, como ya hemos señalado, fase previa a la sociedad socialista. Por este camino tendremos que volver a transitar: inevitablemente la revolución social debe destruir el Estado capitalista. Y habrá, entonces, que levantar un nuevo Estado, que haríamos bien en llamar Comuna: “(…) Siendo el Estado una institución meramente transitoria, que se utiliza en la lucha, en la revolución, para someter por la violencia a los adversarios, es un absurdo hablar de Estado popular libre: mientras el proletariado necesite todavía del Estado no lo necesitará en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado como tal dejará de existir. Por eso nosotros propondríamos decir siempre, en vez de la palabra Estado, la palabra «Comunidad» (Gemeinwesen), una buena y antigua palabra alemana que equivale a la palabra francesa «Commune» (…)” (Obras escogidas, Engels, Marx, III, p. 32).

Nada se arregla, claro, cambiando el término: pero se puede buscar un nuevo camino si la experiencia teórica y práctica de la Revolución rusa en el periodo de transición al comunismo, construida y elaborada por la oposición, cimienta la futura comuna.

I: 1923: el partido bolchevique en la encrucijada
II: Lenin y la conciencia de la burocratización del partido bolchevique
III: Lenin y el combate contra la burocratización del partido bolchevique
IV: La cuestión nacional y el combate por el bolchevismo
V: Kronstadt o el día que el partido impuso su voluntad
VI: Aislamiento de Stalin, pasividad de Trotsky
VII: Surge la Oposición de izquierda, 1923
VIII: La burocracia, problema de la transición al comunismo

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